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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

"Madonna" de Nagasaki

La Virgen de Nagasaki tiene los ojos carbonizados, como si debajo de las cuencas vacías se hubiese abierto un abismo oscuro de fondo incalculable. Y surcos en el rostro como si los hubieran excavado las lágrimas de un torrente devastador. La talla de la cabeza de la "Madonna" de Japón, que recuerda a la Inmaculada de Murillo, fue rescatada por un monje trapense entre los escombros de la catedral de Urakami, tras el estallido de la segunda bomba atómica lanzada contra suelo nipón en 1945, durante la Segunda Guerra Mundial.

El Papa Francisco se postró ante ella en su reciente visita al Extremo Oriente y lanzó un conmovedor alegato contra el despliegue de armas atómicas y su engañoso carácter disuasorio. Lo hizo en un lugar en el que las profundas heridas del horror no llegan a cicatrizar; y a sabiendas de que la carrera armamentística ha vuelto a dispararse después de que tanto Estados Unidos como Rusia decidieran abandonar el tratado internacional que propugna la eliminación de armas nucleares de alcance intermedio.

Si la alarma nuclear la enciende en Hiroshima y Nagasaki el patriarca de los católicos sonará a muchos a cuento chino o japonés; pero tal vez los descreídos de esa amenaza creciente presten mayor atención a la advertencia de un grupo de científicos y académicos, entre ellos 15 premios Nobel, que consideran que el "reloj del Apocalipsis", que anualmente ponen en hora en base a datos objetivos y fiables, marca hoy las 11:58 p.m., a solo dos minutos del Armagedón, por la amenaza silos atómicos y los efectos nocivos del cambio climático.

Ha llegado la hora del desarme, y no se trata de un plato de garbanzos con bacalao y callos.

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