La madera de líder político se demuestra por la capacidad y arrojo a la hora de tomar decisiones impopulares cuando realmente son impopulares y no después, cuando el viento de la opinión pública ya sopla a favor. Frente a sucedáneos que solo atienden a su propia supervivencia, el verdadero líder político tiene la suficiente entereza para trasladar la realidad, por cruda que sea, a la ciudadanía y actuar honradamente en consecuencia. Pero la realidad, la triste realidad española, es que sus dirigentes permitieron e incluso alentaron una masiva manifestación en Madrid el pasado domingo, cuando la expansión del coronavirus era ya una evidencia, y, según parece, lo hicieron contra el criterio de la agencia de salud pública europea. No solo eso. Resulta que hubo ministras que acudieron solícitas y hasta entusiasmadas a la citada concentración y que han dado positivo en la enfermedad, con lo que no es para nada descartable que hayan contribuido a su expansión. Todo un dechado de esa responsabilidad que se reclama ahora al ciudadano. Y qué decir de la dirigencia de un partido político que fue incapaz de dejar su congreso del pasado fin de semana para mejor ocasión y no poner así en riesgo innecesario a sus afiliados. Capítulo aparte merece uno de los máximos responsables de dicha formación, quien se plantó en el multitudinario acto después de haber estado en zonas de riesgo y presentando todos los síntomas de una enfermedad que le fue diagnosticada poco después. De las consecuencias de haber anunciado el estado de alarma nacional en diferido, sin explicar qué medidas se van a adoptar y contribuyendo a incrementar esa alarma entre la ciudanía sabremos en pocos días. Como decimos por aquí, ye lo que hay. Y lo que hay no tranquiliza.
