La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Carta a una abuela

La asistencia a la iglesia durante la "cuarentena" por coronavirus

Apreciada L.

Me ha dicho el cura de tu parroquia que le has mandado el recado de que si no te ve por la iglesia en estos días no es por nada, sino porque no te deja ir tu hija. Dice que tienes ya una edad y que no quiere que estés expuesta al contagio del coronavirus. En esto la asiste toda la razón.

Con lo que a ti te gusta la misa. Que si es larga, protesta no sé quién. Pues a ti nunca te lo ha parecido. Llegas incluso antes de la hora, para rezar el rosario. Aunque siempre me dices que se te va el santo al cielo mientras desgranas los misterios. Pero da igual. Distraída y todo, sientes que estás con la Virgen.

¡Quitarte ahora la misa, pensarás para tus adentros, cuando era ya lo único que te quedaba! Así que no tendrás otro remedio que verla por la tele. No es lo mismo que estar en la iglesia, pero, en fin, vale también.

En esa pantalla que llaman de plasma, sujeta en la pared e inmensa, que te han plantado en el salón, podrás seguirla. Que te la conecten al ordenador, para que elijas a tus anchas. Aunque, con tal de que sea la misa, lo de quién sea el sacerdote, o en dónde esté la iglesia, a ti te da lo mismo. ¿Por qué no acudirá más gente?, te preguntas. Si es lo más grande que existe.

Católica de toda la vida, tienes que tragar ahora con lo de que los nietos vivan en lo que llaman parejas de hecho, sin casarse, ni por la Iglesia ni por lo civil. Ni bautizan a los críos. ¿Qué les costará? ¡Pero cualquiera dice nada! ¡Cómo se ponen! ¡Bah, los tiempos!

Lo del coronavirus nos trae muy preocupados. Por indicación del gobierno, no puedo ir a visitarte. Ni llevarte la comunión. No sea que te contagie. Encontré en un cajón, con cosas de antes, un librín con oraciones. Viene la de la comunión espiritual. Emocioneme, no creas. ¡Madre dónde queda ya aquello! Voy a hacerte una fotocopia, para que la pongas debajo del tapetín de las estampas. El de la cómoda. Vaya arsenal. Ahí sí que no se atreven a poner mano los hijos. ¡Menuda eres! ¡Hay del santo que se pida! Reza la que yo te haga llegar. Verás qué guapa.

Porque, mira, los rezos tuyos (pero no vayas a decir esto en casa, eh) valen la tira. Con ellos contribuyes a que los científicos encuentren la vacuna, los infectados superen la crisis, los ánimos se serenen, el personal sanitario no se venga abajo, la unión y la cooperación crezcan, los gobernantes ideen soluciones eficaces, el trabajo remunerado no falte, el amor se expanda y la esperanza no se apague en el corazón de nadie. ¡Pero que no vaya a escapársete el decir esto en casa, eh! ¡Nos comen!

¿Aislada tú? ¡Qué va! Tú sí que estás en el epicentro del sistema, haciendo que funcione y no se pare. El combustible lo aportas tú, con tus silencios, tus recuerdos, tus sacrificios pasados, tu bondad natural, tus achaques, tu cariño hacia los tuyos, tu afabilidad y comprensión para con todos, tu vida entera y tus oraciones.

Y nada más. Ya charlaremos cuando pase esto del virus. Un abrazo.

Compartir el artículo

stats