Nadie podrá poner en duda que Gijón es ciudad comprometida y solidaria; y en este momento de crisis sanitaria sin precedentes, avanzadilla además en Asturias de cómo dar respuesta efectiva al drama diario de los más necesitados. Cuando el Gobierno de la nación ordena el confinamiento de los ciudadanos en sus hogares hay que pensar en cómo dar cobijo a los que viven en la calle, entre cartones; a los que duermen al abrigo de un cajero; a los que no cuentan con otro modo mejor de subsistir que la beneficencia.
El jueves, en tiempo récord, con eficacia marcial, se habilitó en el pabellón deportivo de La Tejerona, en Ceares, un centro de acogida perfectamente dotado donde la pasada noche ya pernoctaron varias decenas de "sin techo". Varias entidades colaboran en un empeño que merece todos los aplausos, pero justo es reconocer la labor del Ayuntamiento, coordinando los esfuerzos y poniendo a disposición la infraestructura. Y con la jefa dando ejemplo al pie del cañón, saliendo cada día a dar la cara, desde el despacho de Alcaldía a través de las redes sociales.
Gijón es, además, la ciudad asturiana donde más sanciones se están imponiendo a quienes no cumplen la orden de confinamiento. Lo que puede parecer un exceso de celo coercitivo de los agentes locales no es más que el cumplimiento a rajatabla de la legalidad vigente. No se puede salir de casa salvo en los supuestos que contempla el estado de alarma. Seguramente a causa de su tradición portuaria, Gijón es -ha sido siempre- ciudad jaleosa y de puertas abiertas, favorable de lejano al intercambio de mercancías y de pareceres. Ahora toca cerrar a cal y canto y dar ánimos desde las ventanas.
