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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

Calvinismo en vena

A este país le colgaron el sambenito de una pandemia ocurrida en el primer tercio del siglo XX de la que no tenía culpa alguna, la mal bautizada "gripe española" que siguió a la Primera Guerra Mundial y que se llevó por delante a cuarenta millones de personas en todo el planeta, 260.000 en España, y carga ahora con las culpas europeas del virus con el pariente italiano, vividor como nosotros, católico también y familiar, sociedades ambas donde alcanza enorme peso la presencia de los ancianos.

Nada que ver con la moral hanseática calvinista de los países del norte de la UE, los que ahora se desentienden de la ayuda al Sur, donde el azote de la crisis sanitaria alcanza ya tintes dramáticos. Para los seguidores de Calvino, el hombre es un ser de incapacidad moral, corrompido y sometido por el pecado. La salvación individual depende, por tanto, de la misericordia de Dios, quien ha decidido de antemano el destino de sus súbditos. O sea, que los países ricos de la UE adscritos a esta moral que pervive en el subconsciente colectivo piensan que lo que pase en Italia o España "que sea lo que Dios quiera".

Para el calvinismo, el trabajo arduo y la racionalización de los bienes terrenales componen la manera más efectiva de agradar a la divinidad, un medio predilecto de purificación. En estas claves se puede hallar lo que los holandeses o los alemanes piensan de los socios europeos del Sur, que a juicio de sus ministros de Finanzas "todo lo gastan en mujeres y en alcohol". Ni un euro más para los gastizos de ahí abajo.

Ese puritanismo ascético que reprueba tajantemente el ocio y el derroche es lo que va a poner dinamita en los cimientos de la Unión Europea, no el coronavirus.

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