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Pescadores de río, el fin de una leyenda urbana

El aumento de salmones y truchas en los cauces asturianos

Llevo muchos años intentando que administración y pescadores tomen conciencia del estado ruinoso de nuestros ríos. La necesidad de vedarlos para la pesca, de controlar y suprimir, en lo posible, la contaminación de sus aguas, tales como los vertidos procedentes de pueblos que, aunque parezca mentira, no están conectados a ninguna depuradora; industrias cercanas al río que de cuando en cuando, con nocturnidad y alevosía, abren compuertas con lodos tóxicos; centrales y minicentrales que dificultan la freza de los salmones; purines... El resultado obtenido, nunca me han hecho ni puñetero caso, es lo mismo que si machacase hierro frío con la intención de doblegarlo; ni al metal le damos forma, ni las mentes asumen el respeto debido al medio ambiente.

Famoso dicho el de "no hay mal que por bien no venga". Es cierto que el género humano está viviendo una pesadilla, pandemia inimaginable hace cuatro fechas: muerte, enfermedad confinamiento?, sin embargo, tras tantos años de explotación y degradación de los recursos naturales, seguro que algún beneficio obtendremos para nuestro planeta. Por ejemplo, la salud de la Tierra pues, con este parón energético en el que las industrias están en hibernación, los aviones en el paro, los automóviles brillan por su ausencia, no se consume tanta energía y la contaminación por dióxido de carbono disminuyó en proporciones insospechadas. Lo corrobora la mejora del aire que respiramos.

La fauna salvaje está extrañada y se pregunta ¿qué está pasando? ¿Por qué razón las ciudades, un territorio hostil para nuestra supervivencia, de repente se desertiza y nos permite vagar por todo su entorno sin problemas? Si los jabalíes ya son una plaga, en la actualidad se expanden corzos, venados, osos, zorros, lobos? Si hablamos de las aves, otro tanto de lo mismo, ante la ausencia de personas y tráfico por las calles de la ciudad están despistadas. Vuelan sin rumbo definido, el alimento escasea y tendrán que retornar a la naturaleza para encontrarlo.

De todas formas, estoy largando por los Cerros de Úbeda sin ocuparme del tema principal, la salud de los ríos: salmones y truchas. Es sabido que, obligado a estar encerrado en casa, no puedo conocer de motu proprio si hubo entrada de salmones o las truchas han aumentado su población masivamente. Sí, por las noticias que leo o me llegan, parece que su número se ha incrementado notablemente. Si esto es así, el hecho da pie para desarmar una leyenda urbana muy en boga entre los pescadores de río.

Nos decían que nutrias, garzas, cormoranes, gaviotas, hasta el martín pescador, culebras de agua y piscardos, las ranas creo que no estaban incluidas en el elenco, eran los culpables de la escasez de peces. Jamás se nos ocurrió pensar que también los pescadores tenían su culpa. La sobreexplotación de dichas especies con miles de cañas pisando y esquilmando los lechos no tenía nada que ver con su escasez. Es más, en ocasiones pretenden convencernos de que el hombre del anzuelo es el gran benefactor del río, sin ellos la pesca fluvial desaparecería para siempre; cosa cierta, pero también es verdad que con ellos truchas y salmones pasarán a mejor vida si no se veda su captura durante unos años, diez mejor que cinco.

En las redes sociales (por cierto, ya tiene unos años) destaca estos días un vídeo de una nutria capturando un pequeño salmón. Los comentarios hacen pensar que el mustélido esta robando, que cuál es su derecho para alimentarse. A nadie le parezca mal, personalmente me alegran la jornada, prefiero ver "llóndrigas" por las orillas antes que pescadores. Sobremanera si son de los que grampinan salmones subidos a los árboles.

Permitan la repetición referente a la leyenda urbana citada más arriba. Por lógica, nutrias, cormoranes y demás especies depredadoras de alevines campan a sus anchas por las riberas, sin nadie que les moleste y estarán haciendo su agosto. Tal parece que no (aparte de que comen solo lo necesario), cuando el balance de truchas es con creces superior al de temporadas pasadas. Una de dos, o estos animales, según algunos, dañinos para la pesca también están confinados en sus nidos a causa del coronavirus, o su influencia negativa sobre el medio natural es mínimo, aunque más bien me inclino a creer que es positiva, por la limpieza que hacen de peces enfermos y de otros, provenientes de piscifactoría inadaptados a su nuevo medio.

Lo siento, a la vista está, los pescadores son los principales culpables del descenso de población de salmones y truchas. Es notorio que, aprovechando las circunstancias, hay que prohibir la pesca durante unos años, que se recuperen ambas especies y, cuando esto se haya conseguido, hablar. Todo depende del Gobierno del Principado y su compromiso con el medio natural que, en estos tiempos de penuria, ha de ser exquisito.

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