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Sol y sombra

El trampantojo del fútbol

Tanto como el trampantojo de la pandemia en su fase española de desescalada lo justifica hemos empezado a escenificar de manera grotesca el regreso del fútbol. Es un factor imprescindible para contentar a una sociedad cautiva a la que, a falta de cualquier otra esperanza, se le ofrecen panem et circenses. Pero todo ello suena a broma. Hemos visto estos días a los primeros futbolistas ingresando en los entrenamientos frotándose las manos con geles, provistos de mascarillas y hasta de guantes. Se supone que volverán pronto a los terrenos de juego para escupir en ellos, como es costumbre, forcejear con el rival en las áreas con el aliento en el cogote ajeno, manteniendo, como es natural, en una disputa de este tipo el contacto de los cuerpos que rezuman sudor. ¿Hasta dónde no no he entendido que el fútbol, un deporte de contacto, se va a practicar a partir de ahora con las reglas de seguridad que se le exigen al resto de los seres humanos?.

Todo esto es un sainete improvisado, por no decir un sarcasmo. Sí, es cierto, el aficionado quiere volver a ver como rueda el balón en los estadios, pero en vez de presentarles esa aspiración como algo inevitablemente insalubre en las circunstancias en las que estamos, se quiere revestir de un halo sanitario que no se corresponde con este deporte. El contacto en el fútbol es inevitable, no se le puede pedir a un futbolista que, en los prolegómenos del partido, salude con los codos al rival con el que más tarde tendrá que vérselas en un palmo de terreno, cuando al resto de los seres humanos se le está exigiendo que guarden las distancias. Es de marcianos. Pero interesa la vuelta del fútbol, entre otras razones además de las económicas que afectan a los clubes, porque supone un escape para las vidas en cautiverio que reclaman un regreso a la vieja normalidad.

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