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Carta de los artistas

El mensaje del Papa en apoyo a los creadores

El diario italiano "Corriere della Sera" ha publicado la carta que el escritor Sandro Veronesi, en representación de veinticinco artistas, ha dirigido al Papa Francisco, agradeciéndole las palabras con las que invitó, a cuantos seguían la misa retransmitida en streaming, el lunes 27 de abril, desde el Vaticano, a que rezasen por los artistas.

Las palabras del Pontífice fueron estas: "Oremos hoy por los artistas, que poseen esa capacidad tan grande para la creatividad y que, a través del camino de la belleza, nos muestran el camino que hemos de seguir. Que el Señor nos dé a todos la gracia de la creatividad en este momento".

Veronesi se ha mostrado sorprendido por el hecho de que el Papa tuviese, en estas circunstancias, un pensamiento para los artistas, a los que raramente se les presta atención en tiempos de restricciones. Tal vez por lo de "outsiders" y porque la salud pública y la economía empresarial fagocitan cualquier otra realidad que pretenda erigirse en prioridad social.

Además, los artistas suelen ser del parecer que la Iglesia nunca les ha tenido particular simpatía, y eso que ha sido, como puede apreciarse por doquier, conspicua promotora de todas las artes. "Durante siglos, la Iglesia impuso que los artistas fuesen enterrados fuera de las murallas, es decir, fuera de la tierra sagrada, junto con los suicidas y los no católicos", le espetó Veronesi a Francisco. ¡Caro Sandro, tampoco hay que exagerar!

El escritor de Prato (Toscana) menciona en la carta a los colaboradores de quienes la han firmado, porque, aunque sean los "invisibles", ellos también forman parte del gremio de los artistas y se han sentido incluidos en el reconocimiento del Papa: los asistentes, los técnicos y los trabajadores en las diferentes áreas en las se diversifican los géneros artísticos. Cuanto más invisibles, mayor es su tribulación en las circunstancias actuales y tal vez, a causa de la crisis económica, en las venideras.

El Papa les respondió al inicio de la misa del jueves 7 de mayo: "Ayer recibí una carta de un grupo de artistas: agradecían la oración que hicimos por ellos. Quisiera pedir al Señor que los bendiga, porque los artistas nos han hecho entender qué es la belleza, y sin lo bello no se puede entender el Evangelio. Recemos una vez más por los artistas".

Entiendo que, cuando el Papa pide que aprendamos de los artistas a ser creativos, especialmente en estos momentos en los que la sociedad demanda soluciones a la grave situación económica en la que nos hallamos inmersos, es porque los problemas económicos no requieren soluciones solamente económicas, según parece que dijo John Stuart Mill. Y es que, junto al rigor en el análisis, se precisa también de imaginación en el hallazgo de soluciones realmente viables. Y en esto, ciertamente, se puede aprender muchos de los artistas. Algunos gozan, además, de dotes extraordinarias para la gestión empresarial.

Y respecto a por qué son necesarios los artistas para entender el Evangelio, podemos retrotraernos a aquellas palabras que pronunció el Papa Pablo VI en la "Misa de los artistas" que presidió, en la fiesta de la Ascensión de 1964, en la Capilla Sixtina: "Nuestro ministerio es el de predicar y hacer accesible y comprensible, más aún, emotivo, el mundo del espíritu, de lo invisible, de lo inefable de Dios. Y en esta operación que trasvasa el mundo invisible en fórmulas accesibles, inteligibles, vosotros sois maestros. Es vuestra tarea, vuestra misión; vuestro arte consiste precisamente en recoger del cielo del espíritu sus tesoros y revestirlos de palabras, de colores, de formas, de accesibilidad".

De modo que, puesto que tanto la fe como el arte acercan lo invisible a nuestra realidad visible, las necesitamos a ambas, como ha quedado patente en estos dos últimos meses de encierro en nuestros domicilios y de manifiesta vulnerabilidad, en que, a través de internet, hemos visitado museos, accedido a fondos de bibliotecas, asistido a representaciones teatrales, disfrutado de audiciones musicales, revisitado películas y series realizadas para la televisión, y seguido la misa y otros actos religiosos. Y las necesitamos, ciertamente, a ambas, porque, en el légamo de nuestras contingencias, son ellas precisamente, la fe y el arte, aliadas entre sí, las que nos posibilitan el goce de la primigenia, más pura, inmarcesible y sanadora belleza.

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