En medio de esta cultura del ensañamiento con el presidente del Gobierno de turno, emerge una figura que por razones nunca aclaradas gozó de la benevolencia de la derecha y de la izquierda oficiales. Responde por Mariano Rajoy, y la ausencia de virtudes sobresalientes sirvió de estímulo para que los creativos publicitarios conservadores o socialistas se estrujaran el cerebro hasta inventarle méritos sobresalientes. El manejo de los tiempos, la habilidad de dejar que las situaciones se pudran, la anteposición del PP a cualquier otra consideración. En 1.900 folios, el Supremo dice por segunda vez que todo era mentira. Por muchos matices que se le introduzcan a la recondena de "Gürtel", se está dictaminando que ningún gobernante democrático debió permanecer en el cargo ni un día más tras la revelación del "Luis, sé fuerte".
La fabulación de un Rajoy mítico llegó al extremo de que se discutía si figuraba en las listas de sobresueldos del PP. Se debatía si M. Rajoy era Mariano o Manolo, un nombre mucho más frecuente. Los maquilladores del último presidente del Gobierno del PP silban o callan, pero cuesta no señalar hoy que Rajoy también es Bárcenas, su tesorero, su senador por Cantabria, el dirigente que ocupaba el despacho inmediatamente inferior.