La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

José María de Loma

Vacuna

El anuncio del ansiado medicamento para frenar el avance del coronavirus

La ansiada vacuna contra el coronavirus no ha curado todavía a ningún paciente, pero ya ha reactivado la economía, las bolsas, la esperanza. La futura vacuna ha inyectado confianza y al menos, si no se ve la luz al final del túnel, podemos soñar que el túnel tiene salida. Nunca quiso uno tanto creer a un ministro. Dice Illa: a finales de este año o principios de 2021 llegarán las dosis, que inmunizarán a diez millones de españoles y serán gratuitas. Uf.

Supongo que los antivacunas, una nueva forma de estupidez, dejarán que no se les vacune, a más posibilidades tocamos en esta primera tanda por tanto. Mientras nos hemos dedicado a vociferar, alguien en un laboratorio se ha dedicado a currar en silencio, rodeado de tubos de ensayo y cobayas. Por eso hay ahora vacuna. Claro está que no se han dado prisa por filantropía. La competencia entre gigantes laboratorios ha de ser muy enconada. Los países, España a través de la UE, van a adquirir las dosis por millones. No se sabe si la vacuna te inmunizará de por vida, pero es seguro de que nos vamos a acordar de todo esto toda la nuestra. Por muy larga que sea. Tal vez no sea corta gracias a la vacuna. Uno acepta con toda docilidad ser ganado vacuno. Y ponerse sumiso en una cola para que le inyecten el antídoto, ansioso, como los galos cuando tomaban la poción mágica, de entrar de nuevo en el combate. El combate cotidiano de la vida normalizada, con sus cenas, sin toques de queda, con abrazos y besos e incluso sin mascarilla. Pero todavía falta mucho para eso, para la vida antigua. Por eso debemos vacunarnos contra la prisa. O si acaso, como nos recordaba John Wesley, «conviene ir con prisa pero nunca con precipitación». Son formas de verlo. A lo mejor para parir tal frase estuvo toda la vida. Lo mismo fue un pensamiento súbito, acelerado, producto de la prisa. Él que era tan metódico, mejor dicho, tan metodista, que fundó el movimiento así llamado. Aunque no debió ser un tipo acelerado, dado que vivió casi noventa años durante el siglo XVIII, en el que lo más normal era cascar a los cuarenta. No habría prisas pero tampoco vacunas. Ni ministros en la tele.

Compartir el artículo

stats