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ILUSTRACIÓN: Anciano en un banco

Más allá del Negrón

Juan Carlos Laviana

Ahora os toca a vosotros

El poco aprecio por la experiencia que denotan las palabras de la portavoz del PSOE sobre “los mayores”

“Yo siempre escucho atentamente a nuestros mayores, pero ahora nos toca a nosotros”. En el “pero” está el quid. Si la portavoz del PSOE se hubiera quedado en la primera afirmación, habría quedado como una reina. Perdón por la expresión si se interpreta como machista y/o monárquica. Si uno escucha atentamente a sus mayores, no hay pero que valga. Los escucha y ya está. Se da por supuesto que la portavoz hará lo que le venga en gana. Sólo faltaría. Para eso ha sido votada por 184.602 asturianos y elegida por la actual, y muy joven, dirección de su partido, si exceptuamos a su presidenta Cistina Narbona (69).

Dada la muy envejecida población asturiana, es muy probable que entre los votantes de Lastra haya muchos de esos mayores a los que dice escuchar atentamente. Si trasladamos la proporción –uno de cada cuatro asturianos tiene más de 65 años–, es de suponer que uno de cada cuatro votantes de Adriana Lastra sean, digamos, mayores. Salvo que todos los mayores –ya se sabe, nos volvemos conservadores con la edad– hayan votado a Foro, a Vox o a al PP, cosa que dudo. Me extrañaría mucho que, por ejemplo, nuestros ex presidentes socialistas vivos –Javier Fernández (72), Antonio Trevín (64), Juan Luis Rodríguez-Vigil (75) y Pedro de Silva (75)– dejaran de votar PSOE.

La expresión “nuestros mayores” lleva una carga explosiva. El eufemismo, que sustituye a viejo o anciano, se utiliza para referirse a aquellos carcamales ya un poco deteriorados, tal vez afectados por cierto grado de chochez, normalmente recluidos en residencias, a los que se les escucha las batallitas casi por caridad. Son esos vetustos personajes que ya no están en este mundo, ese mundo en el que “ahora nos toca a nosotros” gobernar. ¿A qué edad se considera mayor a una persona? Se ha convenido que a los 65. Pero es tan elástico el término que, literalmente, mayor es alguien que tenga 42, un año más que Adriana, o unos meses más, como el presidente Barbón.

La ambigüedad del término mayor la ha constatado el presidente de la Sociedad Española de Geriatría, José Augusto García Navarro, al afirmar que “la edad, en general, no es criterio para nada porque es biológica, no cronológica”. Ya se pueden poner los académicos a buscar nuevos términos con los que denominar las diferentes etapas de la vejez.

Porque si seguimos el criterio de los 65, ministros tan activos y tan productivos como Isabel Celaá (70), Manuel Castells (77), o Luis Planas, (68) formarían parte de esos “mayores” los que atentamente escucha Lastra, pero no entrarían entre los elegidos de “ahora nos toca a nosotros”. Les pasaría lo mismo que, pongamos por ejemplo, a Felipe González (78) o a Juan Carlos Rodríguez Ibarra (72), que por edad no desentonarían mucho en el actual gabinete, que, de hecho, es el tercero más viejo de toda la democracia.

Probablemente el pecado de Adriana Lastra sea un pecado de juventud, divino tesoro. «Somos una nueva generación –ha añadido–, a la que le toca dirigir el país y la dirección del PSOE». Es fácil de entender. Quien más quien menos, en algún momento de su vida, ha formado parte de “la nueva generación” y ha empujado, con más o menos delicadeza, a sus mayores hacia la estantería de los jarrones chinos. Y, si no, que se lo pregunten a Felipe González, quien con 32 añitos envió a su secretario general, Rodolfo Llopis, a los anales de la historia.

Adriana Lastra tiene todo el derecho a reclamar que ahora le toca a ella. Sin duda. Pero debería tener en cuenta algo que la mayoría de los gobiernos olvidan. Se gobierna para todos, no solo para los nuestros. Y, con igual, criterio, se debe gobernar para los jóvenes, para los mayores y para los de mediana edad. Y todos ellos tienen derecho a que sus opiniones no ya solo sean escuchadas, sino atendidas.

Voltaire se preguntaba si hay alguien tan inteligente que pueda aprender de la experiencia de las demás. Adriana Lastra debiera recoger ese envite y ser tan inteligente como para aprovecharse de la experiencia de Felipe González, de Alfonso Guerra (80) o de Rodríguez Ibarra... Lo malo no es que esos señores mayores compartan su experiencia, lo malo es que dijeran: “Ahora os toca a vosotros”. Ahí os quedáis.

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