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Xuan Xosé Sánchez Vicente

A favor (por una vez) del Gobierno

La respuesta ministerial frente a la pandemia

A favor (por una vez) del Gobierno

Reviso algunos medios con noticias del fin de la tercera semana de enero: Madrid, 133 fiestas ilegales en locales y pisos; otra, posterior: la policía desaloja de madrugada una discoteca con más de 100 personas Barcelona: decenas de jóvenes botellonean en La Barceloneta; Sevilla: la policía local desaloja dos fiestas ilegales; Xixón: la policía municipal multa a dos bares y denuncia tres fiestas en casas. Y la letra pequeña aclara que la gente se encontraba allí sin mascarilla, sin guardar distancias y, por supuesto, sin respetar el toque de queda. Si rastrean por el resto de España, hallarán más de lo mismo, y, por supuesto, no cabe duda alguna de que la capacidad de detección de las policías (o de denuncia de los vecinos) es limitada, por lo que esos datos no son más, seguramente, que un leve indicio de la realidad. Subrayo: ya hemos pasado las fiestas navideñas, de fin de año y Reyes (de lo que aquí, en Asturies, sabemos mucho), no se trata, pues, de una excepción, sino de lo habitual.

Y dirán ustedes, ¿y por qué nos cuenta lo que ya sabemos? Porque, paralelamente a esas conductas, cada vez que el Gobierno o sus portavoces (el señor Illa, don Fernando Simón) nos recuerdan que los ciudadanos somos responsables de una parte importante de los contagios, las televisiones se llenan de dignos focicones, los medios de puntillosos columnistas, las radios de quejosos tertulianos, protestando contra esas afirmaciones, aseverando que toda la culpa es del Ejecutivo, que ya está bien de culpar a la ciudadanía y que, por supuesto, ellos han guardado todas las normas, así que, a disculparse, señores del Gobierno, y a flagelarse.

En alguno de los otros asuntos debatidos estos días tampoco parecen andar erradas las tropas de quienes están bajo la advocación del dúo apostólico P y P. Es discutible, por ejemplo, si se debe modificar la normativa para que las comunidades puedan confinar domiciliariamente, o si ya permite eso la Ley Orgánica 3/1986, de 14 de abril, de Medidas Especiales en Materia de Salud Pública, con la oportuna autorización judicial. Asimismo, lo es la demanda de adelantar la hora del toque de queda a las 20 horas (como ya ha hecho por sí y ante sí Castilla y León), modificando los términos del Decreto del Estado de Alarma vigente. Es casi seguro que el adelanto del toque de queda a las ocho de la tarde, sobre los problemas económicos y organizativos para los negocios, que habrían de cerrar al menos media hora antes, causaría más aglomeraciones en las horas del mediodía y a partir de las seis y siete de la tarde. Pero es que, además, el Decreto debería pasar para su convalidación por las Cortes, y es de temer que en ese momento volvería abrirse el mercado de las concesiones.

Pero donde creo con firmeza que las tropas de P y P están acertadas es en su negativa o reticencia a lo que tantos demandan: el establecimiento de medidas homogéneas para todo el territorio español, aparente clamor en el que, además de la voluntad de eficacia, va unida una pretensión de recentralización y una añoranza de la uniformidad en muchos de sus reclamantes. Aun suponiendo que ello fuese posible legalmente, no parece que sea deseable en la práctica, ni es ese el uso real que las autonomías vienen haciendo de sus capacidades: de Madrid a Andalucía, de Galicia a Cataluña, cada comunidad modula las medidas restrictivas en su interior conforme a la gravedad de los casos en cada provincia, concejo o distrito. Así, otra vez, ha hecho el Gobierno de Barbón, con las Resoluciones del 18/01/2021: a cada uno, según su gravedad; en cada momento, según la coyuntura.

Tampoco es seguro que quienes critican que no se recurra a un confinamiento radical o que se haya permitido cierta movilidad en las navidades (y volvemos aquí al comienzo del artículo, a las responsabilidades individuales) aseverando que no se debe intentar compaginar, aunque sea timidísimamente, salud y economía, estén plenamente acertados. Como quienes reclaman permanentemente dádivas para todos los sectores de la economía, esas personas no parecen darse cuenta de sobre qué abismo estamos suspendidos, sustentados únicamente por una telaraña, y que, al margen de los gravísimos problemas financieros en que estamos sumidos como Estado y país, el número de empresas o negocios cerrados o quebrados ahora y en el futuro inmediato, y, en consecuencia, el número de parados sin posibilidad de volver a colocarse va a ser un problema colosal.

Otra pandemia. Una pandemiona.

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