Un usuario pregunta a su teléfono móvil: “Siri, ¿cuál es el tiempo para hoy?” Y Siri automáticamente le dice el pronóstico. Detrás de tareas como el reconocimiento automático de voz se esconden eficientes algoritmos de inteligencia artificial que lo hacen posible. Estos algoritmos requieren a su vez de ordenadores en la nube con mucha capacidad de cálculo, los cuales intercambian datos con el teléfono móvil. Esta estrategia de intercambio de datos no solo conlleva gran gasto energético, sino que también limita la velocidad y la privacidad.
Una generación emergente de diminutos chips permite aumentar la potencia computacional e integrar directamente inteligencia artificial en dispositivos como un teléfono móvil. Esto evita la dependencia de la nube con las consiguientes ventajas.