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Pere Casan

Reflexiones en mitad de la tormenta

Algunas ideas sobre el mundo que viene después de la pandemia

Aunque sean cifras aproximadas, no están muy lejos de la realidad (diagnósticos demostrados por una prueba positiva, con fecha 26 de enero de 2021): la prevalencia de infección por el virus SARS-Cov-2 en Asturias es del 3,4%, en España es del 5,6% y en el mundo, del 1,3%. Pensemos por un momento que puedan ser el doble o el triple, el virus tiene aún un amplísimo campo por recorrer y solo se detendrá cuando la población, ya sea por inmunidad adquirida por la propia enfermedad o por la vacunación masiva, alcance lo que se denomina “inmunidad de grupo” y que algunos autores (Dr. Anthony Fauci) sitúan entre el 70-80%. Tenemos un precioso tiempo, no solo para resolver los problemas sanitarios presentes, sino para reflexionar sobre lo ocurrido y establecer prioridades futuras.

¿Cómo será el mundo después de la pandemia? Un grupo de intelectuales de la Universidad de Boston, liderados por el economista y filántropo Frederick S. Pardee, bajo el epígrafe de “Estudios del futuro a largo plazo”, han publicado recientemente un resumen de las opiniones de pensadores de gran prestigio y que reúnen un amplio espectro de conocimientos. Los autores agrupan la información en cuatro grandes áreas: 1) Las transiciones iniciadas acelerarán el paso. Todos aquellos procesos que habían empezado un camino de transformación verán cómo se acelera el cambio emprendido. La enseñanza, especialmente la universitaria, experimentará una transformación hacia el aprendizaje no presencial. El fenómeno de la apertura económica global (hiperglobalización), estudiado por Dani Rodrik (premio Princesa de Asturias 2020 de Ciencias Sociales), verá como ésta se reduce, para beneficio de los otros vértices del triángulo, la soberanía nacional y la democracia; 2) La política será más turbulenta. Según Francis Fukuyama (relevante politólogo y autor reciente de “Identidad”), el grado de incertidumbre política tras la pandemia será enorme y la crisis económica será duradera, antes de iniciar un nuevo periodo de crecimiento. Algunos conceptos clásicos actuales como la democracia liberal y el multilateralismo entrarán en crisis y se observará un aumento de los populismos. El centro geopolítico se desplazará hacia Asia y en concreto la primera potencia mundial será China; 3) Persistirán algunos hábitos de la pandemia. Algunas costumbres iniciadas (mascarillas, robots) permanecerán y los hábitos de confinamiento en casa, o trabajo desde el propio domicilio, también persistirán. El comercio será digital y se mantendrán los hábitos de la telemedicina iniciados con éxito; 4) Se crearán nuevas oportunidades. Se reforzará la participación pública en infraestructuras y en los sistemas de salud. Deberemos invertir en mantener el medio ambiente y evitar el cambio climático. Noam Chomsky (desde sus jovencísimos 92 años) nos interroga sobre el mundo en el que queremos vivir en el futuro y nos invita a prepararlo.

Podemos perfectamente aceptar estas opiniones o trabajar en cambiarlas, pero algunas serán inevitables. Aún situados en mitad de la tormenta, cuando no nos atrevemos a fijar una fecha de finalización, ya se adivinan que algunas costumbres deberán ser modificadas. Mejor dicho, se modificarán sin nuestro consentimiento explícito. “Think global, act local” (Piensa globalmente, actúa localmente). Esta máxima, atribuida a muchos autores y aplicada en diferentes ámbitos, fue acogida como idea motriz por la Organización Mundial de la Salud y, sin duda, ha permitido cosechar muchísimos éxitos sanitarios en todo el mundo. La situación actual es una ocasión excelente para replantear la oportunidad de su contenido.

En un reciente artículo de opinión, titulado “Solidaridad y preparación universal para la salud después del covid-19”, publicado en la revista British Medical Journal, Göran Tomson y cols. BMJ 2021;372:n59 http://dx.doi.org/10.1136/bmj.n59 , reflexionan sobre la necesidad de una acción global para contrarrestar las desigualdades que la pandemia ha puesto de manifiesto. Los autores denominan “megatendencias” a los patrones de actividad o movimientos que alteran totalmente el comportamiento de las sociedades. Estas tendencias nunca habían sido tan aceleradas y penetrantes como en la actualidad, lo que justificaría una acción global para modificarlas. Según estos autores, las grandes desigualdades pueden concentrarse en cuatro grupos: cambios demográficos; desequilibrios de poder; innovaciones tecnológicas y grandes modificaciones ambientales. Todas ellas se han puesto de manifiesto de una manera evidente en los últimos meses: concentración de casos en residencias de ancianos, bloqueos de ciudades o países, transmisión internacional del virus, brecha digital, mayor afectación en zonas pobres, controversias científico-políticas, distribución de las vacunas, etcétera. Es el momento de modificar el paradigma e intentar la unión de toda la comunidad mundial para enfrentarse mejor a la próxima crisis sanitaria. Necesitamos un nuevo eslogan para la Organización Mundial de la Salud.

Estas megatendencias deberían neutralizarse con un enorme esfuerzo de solidaridad. Solidaridad no es una palabra sencilla, forma parte de uno de los principios éticos más difíciles de cumplir. Podemos definirla como el apoyo a las causas o intereses ajenos, especialmente en situaciones difíciles. Lo contrario es una plaga muy extendida, el egoísmo. En síntesis, se trataría de sustituir la acción local por una más general, de cambiar el “yo” por el “nosotros”. Un nosotros lo más amplio posible, tal como lo fue el de los judíos presos en Babilonia y que tan magníficamente retrató Giuseppe Verdi (1813-1901) en el coro de los esclavos de su ópera “Nabucco”, libreto de Temistocle Solera (1815-1878): “Va, pensiero, sull´ali dorate”, “Vuela, pensamiento, en alas doradas”. Vuela y no pares hasta alejarnos de esta horrible tormenta.

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