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Jonathan Mallada Álvarez

Crítica / Zarzuela

Jonathan Mallada Álvarez

Granada trágica

El Festival de Teatro Lírico Español de Oviedo inaugura su temporada con una producción desigual en lo escénico, pero de notable nivel musical

Virginia Tola, en “La vida breve”. A. Suárez

La doble función “La Tempranica” y “La vida breve” que bajo el título “Granada” recaló la tarde del jueves en el teatro Campoamor dejó un sabor agridulce entre los asistentes, no en cuanto al nivel musical, sino más bien en la concepción del propio espectáculo y en la fusión de los dos títulos. Si bien se ha querido trazar un hilo conductor entre ambas obras mediante la relación de los compositores Gerónimo Giménez y Manuel de Falla, el resultado artístico difiere de las expectativas. No obstante, siempre será mejor que en Madrid, donde ambas zarzuelas se interpretaron por separado, un hecho que resiente notablemente el peso conceptual del programa doble.

A pesar de que ese juego del teatro dentro del teatro siempre resulta un recurso acertado, más si cabe gracias a las tablas de Jesús Castejón y Carlos Hipólito, los diálogos escritos por Alberto Conejero son útiles para ayudar a seguir el argumento, pero reducen la zarzuela original de Giménez a una sucesión, algo inconexa, de números musicales. Fiel reflejo de ello fue la célebre “Tarántula” de Grabié, interpretada por Ana Nebot con un sonido contenido, siempre en un registro de cabeza y con la voz bien colocada, pero sin que se resintiera la emisión.

También se echó en falta algún rasgo distintivo en la escena que evocase precisamente a la ciudad nazarí. Esta nueva producción del Teatro de la Zarzuela ahonda tanto en la fatalidad del “negro sino” y en el conflicto introspectivo y casi patológico de los personajes femeninos que se desvirtúa por completo la esencia del contexto que da nombre al título del espectáculo. En este sentido el director de escena (Giancarlo del Monaco) no parece haber acertado del todo en su propuesta.

En el terreno musical, la calidad fue casi incuestionable. Los dos protagonistas, tanto Ana Ibarra como Rubén Amoretti, estuvieron espléndidos en sus roles. La mezzo interpretó el papel nada sencillo de María de forma muy poderosa en lo vocal y pasional en lo escénico, con un “Sierras de Granada” muy expresivo. Por su parte, el bajo encarnó al aristócrata Don Luis luciendo su timbre profundo y pleno, bien coloreado y con proyección. Igualmente acertado estuvo el resto del elenco formado por Gustavo Peña, Miguel Sola, Juan Noval-Moro, Gerardo Bullón y Cristina Faus.

Todas las dudas que pudo generar “La Tempranica” se disiparon, tras la pausa, en “La vida breve” de Falla. El montaje dio más sentido a la precedente obra de Giménez, con una concepción mejor trazada y, ahora sí, con esos elementos estereotipados que nos evocan lo español: la religión, la temática del honor y la honra... Todo ello junto con el uso de los colores negros y rojos para la escena (señalando el carácter trágico de la producción), el adecuado vestuario, la iluminación, el cantaor (Jesús Méndez), el guitarrista (Jesús Prieto) y el cuerpo de baile (bien coreografiado por Nuria Castejón) conformaron una escena más en consonancia con el drama lírico del compositor gaditano y dejaron cuadros de gran plasticidad.

Virginia Tola puso su voz al servicio de la doliente Salú, dominando los diferentes registros de la voz para adoptar esa imagen de personaje sufriente y descarnado. Con cierto vibrato natural de gran belleza y timbre quizá algo metálico por momentos, contrastó a la perfección con la voz cálida y redonda, también dramática y de excelente dicción, de Cristina Faus, un contraste efectista muy logrado. En esta ocasión, Amoretti ejecutó con exactitud el tío Sarvaor, mientras que el arrogante Paco, papel de antagonista, recayó sobre un correcto Francesco Pio Galasso.

La Orquesta Oviedo Filarmonía, con una plantilla reducida, demostró su buen momento de forma luciendo un color muy adecuado y haciendo gala de una sonoridad equilibrada y poderosa que, por momentos, soportó sobre sus atriles el peso dramático de las dos obras. El director mexicano Iván López Reynoso mantiene su idilio con la formación ovetense y manejó con solvencia y sobriedad la masa sonora, marcando con precisión cada entrada y muy pendiente de arropar a los cantantes.

Tanto esta nueva versión de “La Tempranica” como “La vida breve” son dos obras en las que el coro adquiere un gran protagonismo y se muestra como un personaje colectivo más. La Capilla Polifónica “Ciudad de Oviedo” lo sabía y no defraudó. A pesar de la evidente reducción de efectivos, el sonido siempre fue contundente y estuvo bien empastado y afinado, imponiéndose con volumen al uso de las mascarillas, que tampoco restó demasiados armónicos a la agrupación coral.

Con todo, una velada musical que fue claramente de menos a más y en la que, a pesar de no dar del todo con la tecla, resultó atractiva, con momentos de gran belleza y musicalmente exhibiendo un alto nivel. Una versión algo coja de “La Tempranica” que se entiende mejor como prólogo de una “Vida breve” mucho más plena y madura.

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