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Cambiar, cambiamos poco

Leo un reportaje sobre las cartas que enviaban a casa los legionarios romanos, combatientes a miles de kilómetros. No me sorprenden el tono, los sentimientos ni las necesidades, tan parecidos a los de una carta a la familia escrita anteayer, o un mensaje wasapeado hoy. Hace ya mucho he llegado a la conclusión de lo poco que ha cambiado casi todo, y no solo en el interior de una cultura como la nuestra (que es la de los romanos), sino entre culturas más lejanas. Una prueba sería el propio Evangelio, que algunos consideran muy actual, aunque sería más propio decir que somos muy antiguos. ¿Por qué cambia tan poco nuestra identidad básica? Quizás haya en la literatura ensayística, científica y divulgativa que pregona los cambios radicales algo de tonta soberbia, la de pensar que podemos fabricarnos o al menos remodelarnos. La condición humana se resiste al cambio más que el genoma.

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