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Es evidente; continuamente...

Sobre varios episodios regionales en los que algo no cuadra

Si la palabra del político fuera la ley, bienvenidos a la república bananera de mi casa. O tal parece últimamente. Nadie quiere eso: ora una ventolera por proa, ora otra por popa. Pero, sin llegar a ese extremo, la palabra de los mandatarios públicos sí debería valer su peso en oro. Y se supone que eso lo tiene claro un presidente que tanto valor da a su voz: ya sea en un acto, a pie de aldea o al ala del pajarito azul de internet. Enciéndanse las alarmas: si la palabra goza de tanto valor en política, algo no acaba de salir en la ecuación últimamente.

Érase una vez una consejera de Educación que decía que todos los docentes de Infantil y de apoyo especial estaban vacunados contra un terrible virus que asolaba el mundo. Pero no uno, ni dos, ni tres... Sino un goteo constante de testimonios de los propios protagonistas –esos docentes a los que se refería– la desmentía. Y resulta que la misma consejera afirmaba que no hubo recortes en apoyos a los alumnos con discapacidades. Y no uno, ni dos, ni tres... Sino un goteo constante de testimonios de los propios protagonistas la desmentía.

Y érase una vez un consejero de Salud que decía que a todos los mutualistas de Muface se los estaba vacunando a la vez que a la gente de su edad. Y no uno, ni dos, ni tres... Sino que hasta la propia Muface, además de los protagonistas afectados, lo desmentía.

O el pueblo está equivocado, o algo falla en la ecuación. O más sencillo. Y esa nariz del rock español que tantas décadas lleva plantada sobre un micrófono tiene razón: “Es evidente, mienten; continuamente, mienten”. Y sin vergüenza torera.

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