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Jonathan Mallada Álvarez

Crítica / Música clásica

Jonathan Mallada Álvarez

El violín canta en primavera

Siranossian ofrece una interpretación personal de “Las cuatro estaciones”

La pandemia ha obligado a vivir al día al sector cultural y, especialmente al musical, arrinconándolo en un contexto donde las programaciones son cada vez más vulnerables y hay que adaptarse en tiempo récord al “aquí y ahora”. Algunos de los conciertos previstos se cancelan y se pierden para siempre mientras que otros, se recuperan. Este último fue el caso del concierto que ofreció la pasada tarde del martes, la Orquesta Barroca de Venecia, dentro del ciclo “Conciertos del Auditorio”, organizado por la Fundación Municipal de Cultura del Ayuntamiento de Oviedo, inicialmente previsto para noviembre, pero aplazado como consecuencia de la pandemia.

La velada musical se iniciaba con el “Concerto grosso en re menor H143 La Follia”, de Geminiani, donde la sonoridad y la emisión de algún pasaje se resintieron a manos del violinista de la agrupación, Gianpiero Zanocco, pero donde la formación veneciana ya se mostró sólida y efectiva, con un gran equilibrio y unos balances adecuados.

El resto del programa quedaba conformado por los cuatro conciertos del opus 8 de Vivaldi, es decir, “Las cuatro estaciones”, ya con la violinista franco-armenia Couchane Siranossian, una de las principales virtuosas del repertorio barroco, al frente de la orquesta de cámara. De memoria interpretó los conciertos donde “La primavera” y “El verano” fueron quizá algo más convencionales, lo que no restó ni un ápice de interés a su ejecución, siempre con una emisión muy diáfana y luciendo el hermoso timbre de su violín.

Toda la magia contenida en los dos primeros conciertos se desbordó en los dos últimos, con un “Otoño” y un “Invierno” muy temperamentales, bien ajustados de volumen, donde resultaron francamente efectistas los contrastes entre las partes a solo y los tutti, con unos violines sedosos y una sonoridad poderosa y contundente de la agrupación italiana. Solista y orquesta supieron plasmar una visión muy acertada del discurso musical, aportando a cada frase algún matiz colorista que enriqueció sobremanera la interpretación, destacando el “Largo” de “El invierno”, especialmente bello gracias a su carácter más íntimo y con unas inflexiones de carácter perfectamente acompasadas.

Mediante una afinación impoluta y afrontando todas las entradas, incluso las más complejas por su velocidad, con rotundidad y solvencia, con un sonido homogéneo desde la primera nota hasta la última, los venecianos evidenciaron un conjunto muy bien trabajado que casó a la perfección con el virtuosismo y la expresividad de Siranossian.

Para poner el broche de oro a una velada musical agradable, el segundo movimiento del “Concierto para violín en la mayor” de Tartini, lleno de calidez y emotividad, con una articulación exquisita y un sonido algo más pastoso, ante una violinista emocionada y agradecida por actuar ante el público ovetense.

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