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Juan Soto Ivars

Ana Blanco no se toca

Algo más que la presentadora de un telediario

Leo en una nota de Dircomfidencial que la nueva cúpula de RTVE se plantea depurar a Ana Blanco y sustituirla por alguien que transmita más frescura como parte de un proyecto de renovación total. No es más que un rumor, un runrún, una hipótesis. Y sin embargo, ¡protesto! Si fuera cierta esta posibilidad, si alguien estuviera sopesando tal extravagancia como una opción razonable, entonces estaríamos nosotros –los del otro lado de la pantalla, los dueños auténticos del cotarro– a tiempo de impedirlo, y que reine la sensatez. Tenemos un arma más poderosa que los audímetros o la chabacana presión tuitera: la argumentación.

Ana Blanco le podría parecer una simple presentadora de telediario a quien la mire con ojos perezosos, pero es mucho más. Ana Blanco es el pegamento que mantiene unida España, un puente entre el ayer y el mañana. Lo que desde sectores políticos suele atribuirse a la Constitución o la Corona, a la separación de poderes, a la cultura democrática, nos lo da, en realidad, esta mujer que ha logrado sobrevivir, con su pausa y su matiz, al tiempo del entretenimiento histérico y los efectos especiales. Ana Blanco ha estado siempre ahí, como un miembro más de la familia, poniendo una nota de tranquila inteligencia a ese recuadro de la estupidez rampante llamado televisión.

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