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José María Ruilópez

“El Picu” de “Los corvechones” teverganos

Reír y disfrutar con un ameno y divertido programa

Tal vez sea de los programas de la TPA más populares. El pasado día 7 dos concursantes de Teverga, bajo el apodo para el programa como “Los corvechones”, se llevaron el premio tras 98 programas bregando contra todo tipo de concursantes. Los hubo cultos sin suerte, alegres con novedad, experimentados sin ese punto de empuje, algunos dieron la nota de color (negro) como cuando le preguntaron al último oponente donde iría si lo ganaba y dijo “pa can delmonio, pa casa dios”.

Julio y Llamo: Julio García García y Alejandro Álvarez Copado (Llamo por su padre, Llamoso, que regenta el bar La tasquita en San Martín) jugaron con habilidad, pusieron el listón muy alto, discutieron entre ellos las decisiones que tomar. Se enfadaron en el mejor sentido. Se confabularon cuando era necesario. Usaron la picardía para desbaratar a los contrarios. A ellos y a los televidentes se nos quedaba la cara de tontos cuando los perdedores de cada programa eran obsequiados con suculentas comilonas en lo mejor de la gastronomía asturiana, o con masajes reconstituyentes, excursiones, visitas guiadas, todo un periplo de premios que la producción del programa ponía a disposición de los vencidos, en el mejor sentido del término, mientras los teverganos esperaban atrincherados tras la sorna, el sentido del humor, el empeño y la fatiga mental hasta que les llegara el momento oportuno para dar el golpe definitivo.

La presentadora, Ana Francisco, una profesional impecable en el manejo del programa, oportuna en momentos clave, discreta en instantes en que algunos concursantes se salían del ritual que exige una televisión, incisiva cuando era necesario y comedida en el manejo de los diferentes apartados del programa, que hasta manejaba la semiótica gestual cuando dijo que el oro que contiene el cuerpo humano se expulsa por el aparato excretor, momento en que se pasó una mano por el arco de cupido mitigando una sonrisa de ocasión, cumplió con nota su cometido.

Hay que destacar la configuración del programa, de una duración apropiada, con unos contenidos variados, un equipo que ofrecía diversas, complejas y oportunas preguntas, en un abanico que abarcaba, no sólo lo propiamente asturiano, sino que saltaba de lo más rural y entrañable de la región al mundo mundial, que dicen algunos.

La enseña de “Los corvechones”, “El oso y el marrano ‘tien’ que ser tevergano”, ha quedado como lema de conquista social y turística, sin olvidar el grito posterior que Llamo prefería con una verdadera avalancha fonética propia de un tenor en un día de resacón por ingesta abundante de entusiasmo. No me extrañaría que en los días posteriores Llamo necesitara un foniatra para reponerse de semejante grito selvático al estilo Tarzán, porque Jane, a la sazón Ana Francisco, cada día le exigía más alto, más fuerte, más extravagante. Y Llamo no se quedaba atrás, se le hinchaban las venas del cuello, elevaba los brazos, y resoplaba agónico, que sólo le faltaba una liana para saltar de un extremo al otro del plató. Sin contar las veces que tenía que repetirlo por la calle a petición de sus fans.

Si con Llamo el programa era distorsión de una realidad en los momentos de incertidumbre, con Julio era el contrapeso (aunque de menor envergadura física) para poner un punto de solvencia intelectual. Muchas veces nos vacilaba, como se suele decir vulgarmente, dando respuestas con una pose de catedrático del saber general, cuando al final de una tanda de respuestas acertadas, se soltaba a reír, y era cuando Ana lo observaba con una mezcla de admiración y sospecha.

Él, con una sonrisa pícara, tal vez heredera de su padre, Manuel, o de su tío abuelo, el escritor y columnista de LA NUEVA ESPAÑA Celso Peyroux, despejaba la incógnita, pues la suerte también es una aliada necesaria en todo momento de la vida.

El final, con la ayuda de esa especie de aperos de labranza concursal, el botiquín y la cantimplora, consiguieron el triunfo definitivo con un botín de 32.850 euros. Hasta participó el conocido premio de literatura “Cervantes” en la respuesta última junto con la viticultura, actividad para el cultivo de la vid en Cangas del Narcea en un terreno casi vertiginoso. Faltaba la pregunta clave que hacen los viandantes como remate del éxito. Aquella les llegó en la voz de una ovetense llamada Arancha, que les preguntó: “Un pez rojizo y el jefe del Estado de España”. “Un rey”. Fue la debacle, volteos por el suelo, lágrimas, abrazos, agradecimientos y proyectos de futuro. Todo un hito en “El Picu” de la TPA. Con dos teverganos que podríamos resumir en: si quieres, puedes.

Enhorabuena.

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