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No hay atajos al mundo de al lado

Al parecer la ayahuasca se expande en centros de meditación y en aplicaciones terapéuticas. ¿Algo nuevo? “Las cartas de la ayahuasca” (1960) es una colección de misivas entre William Burroughs y Allen Ginsberg, dos de los patriarcas de la generación Beat. Burroughs viaja a los Andes, cruza las montañas cerca del Chimborazo, baja a valles de árboles gigantes, se mete en la selva y al final del camino encuentra a un botánico que está en contacto con los brujos indígenas que administran la droga. Pero el hombre le dice que para que los brujos te dejen meterte en su mundo hace falta TIEMPO, ese aditivo tan escaso en el mundo del que llegaba Burroughs, o sea, el nuestro más o menos. En cambio cuando la droga va guiada por el tóxico VELOCIDAD que infecta a nuestra cultura (búsqueda del placer o la visión súbitos) no solo no ves nada sino que es fácil que te acabes matando.

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