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Cáncer de vejiga

Una dolencia cuya mortalidad ha descendido un 35%

Mientras los gigantes caminaban impertérritos con paso firme y rítmico, los cabezudos, blandiendo las vejigas hinchadas, se metían entre el público infantil que corría sorteando a los adultos y ocultándose entre ellos para evitar los golpes. Aquellos no eran dolorosos, no como los que propinaba el maestro o los cachetes, coscorrones, collejas que cualquier adulto tenía derecho a dar a un niño si consideraba que estaba haciendo algo prohibido o inapropiado. Quizá aquella sociedad estaba educando, o formando, niños para un futuro lleno de frustraciones y adversidades. No como ahora, según algunos psicólogos, que se desarrollan en un medio donde se les evita cualquier contrariedad. A la par crece una industria para enseñar a los padres a crear ambientes familiares donde la frustración existe y se aprende a manejar. La verdad es que en el terreno de la crianza de los seres humanos hay mucho desconcierto. Nacemos prematuros, dispuestos a modelarnos en el medio. Es una ventaja evolutiva y un reto.

Las vejigas urinarias, perdida su función de globo de cabezudo, solo lee queda la de almacenar la orina. Como dice Linneo “Nuestra tarea diaria consiste en convertir lo que comemos y bebemos en una asquerosa mierda y unos apestosos orines, y al final nos convertiremos en cadáveres apestosos»

Las heces se retienen en el mismo órgano que las elabora, el intestino. En la producción de la orina colaboran dos órganos: el hígado que empaqueta el nitrógeno de las proteínas en la urea y lo envía, por la sangre al riñón, el otro órgano, donde se filtra para retener lo que nos se puede perder, como células de la sangre, proteínas, glucosa, si no excede un límite, grasas etc., y expulsar cloro, sodio, potasio… y sobre todo urea y agua. Esa orina se vierte continuamente a la vejiga. De no existir, estaríamos goteando permanentemente. Un rastro oloroso que anunciaría a la víctima la presencia del depredador y viceversa. Quizá haya sido esta ventaja evolutiva la que favoreció en los animales terrestres su desarrollo. No existe, o es muy elemental, en las aves. El inconveniente, que la urea es un magnífico caldo de cultivo para las bacterias. Penetran a través del conducto urinario, un trayecto más corto y fácil para las mujeres. Más raro es que lleguen con la sangre. El segundo inconveniente, mayor, es que el tejido de la vejiga, muy expuesto a productos de desecho, puede degenerar en cáncer.

El cáncer de vejiga urinaria es uno de los más frecuentes en hombres en el mundo industrial; sin embargo, es raro en mujeres y en países menos desarrollados. Y en los países occidentales, a medida que se evitan las exposiciones cancerígenas, su incidencia disminuye.

La mayoría de los cánceres de vejiga ocurren por una profundización en los cambios celulares que dieron lugar a un pólipo. Esas células, independientes del tejido vesical, no respetan a sus compañeras y se amontonan unas sobre otras, si siguen expuestas a mutágenos pueden dar lugar a un cáncer: entonces producen proteínas nuevas y potencialmente dañinas, se desprender del pólipo y colonizan otros órganos y tejidos, en fin, se apoderan del organismo que los creó hasta matarlo.

El tabaco es el principal factor de riesgo de cáncer de vejiga. No es raro que aparezca en fumadores de mediana edad y se manifieste con un sagrado. La mayoría de las veces que aparece sangre en la orina es por infección, unas pocas por cáncer. Si es un pólipo, se puede tratar bastante bien con cirugía endoscópica. Como no es raro que se reproduzca, en muchos casos se aconseja lavados vesicales con antineoplásicos o BCG, la vacuna de la tuberculosis que encuentra aquí una de las mejores aplicaciones. El cáncer de vejiga si progresa tiene un pronóstico bastante malo. Es un tejido que responde mal a los medicamentos anticancerígenos.

Los hombres tienen más cáncer de vejiga porque fumaron más y porque trabajaron en ambientes cancerígenos. Hay al menos dos tipos de exposiciones industriales asociadas a este cáncer: las anilinas y los hidrocarburos policíclicos aromáticos (PAH). Las primeras se usan como tintes y se encuentran en la industria textil, del plástico y del caucho. Están prohibidas pero aún producen cáncer por exposiciones antiguas, o porque no se cumplen las normas. Lo PAH son un subprodutos de los combustibles fósiles, se exponen los que trabajan con carbón, petróleo o derivados y la industria de la fundición.

También las infecciones, repetidas, favorecen el cáncer, quizá por favorecer la inflamación y la mutación. Y hay una que lo produce, una infestación por un parásito, schistosoma hematobium. Vive en las aguas estancadas calientes, penetra por la uretra y anida en la pared de la vejiga y con los años puede producir un cáncer.

Naturalmente, hay cánceres en los que no se encuentra causa o factor de riesgo. Lo más probable es que sean mutaciones no provocadas contra lo que es difícil luchar de momento. La mortalidad en España estaba aumentando hasta 2004, desde entonces descendió el 35%. Probablemente por disminución de las exposiciones.

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