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Ramón Díaz

Congressus interruptus

Cuentan los delegados socialistas más veteranos que el “congressus interruptus” de ayer iba a ser el más plácido y sereno de la historia reciente de la Federación Socialista Asturiana (FSA). “Calma chicha”. Así definían la situación los leales a la actual dirección –la inmensa mayoría– antes de que el virus desbaratara todos los planes. Porque los críticos, que como apuntaba un alcalde del partido, “haberlos, haylos”, hablaban de un congreso “a la búlgara”. Una asamblea sin oposición, porque “no hay ninguna corriente crítica organizada” y porque “hace mucho tiempo que nadie levanta la voz”. Una convención, en definitiva, a mayor gloria del presidente del Principado, Adrián Barbón, en el que la única duda era saber “a cuánto se quedaría del cien por ciento de los apoyos” en su reelección como secretario general de la FSA.

Una militante decana auguraba minutos antes de la suspensión que el congreso sería “radicalmente distinto” al celebrado hace cuatro años, cuando hubo intensos debates, en especial, sobre la cooficialidad del asturiano. Y un compañero resaltaba que alguna agrupación local planteó la conveniencia de debatir de nuevo el futuro de la llingua en este congreso. Una propuesta que los dirigentes autonómicos descartaron con un único argumento: “No toca”.

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