La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

230424LNE ANGEL GONZALEZ 173522080

¡Que viene el lobo (y encima aúlla en bable)!

Como de algunos atavismos (así, en cosa religiosa y sexual) casi ni se puede hablar, hay que aprovecharse de los que sí se puede –como el del lobo– para analizarlos. Al lobo el atavismo le ha dado un papel concreto, el de chivo expiatorio de todo mal. He leído estos días que se le llega a culpar de los incendios forestales (todos provocados) y he visto también su relación mediante proximidad hipertextual con la lengua asturiana, vínculo que creo excesivo por más que se trate de dos especies perseguidas. En el caso del lobo –no el bable, del que no hay documentadas víctimas– estas reacciones se pueden entender en ganaderos damnificados por el retraso o escasez de las indemnizaciones, pero a veces las voces atávicas llegan del pasado –y todavía con más furia– a mentes urbanas del sector servicios muy acreditadas por su trabajo ponderado y virtuoso. He ahí la excelencia del atavismo.

Compartir el artículo

stats