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Intimidad violada

El asunto de la intimidad de las personas se ha acabado convirtiendo en un chiste. Mientras las leyes castigan con inusitada severidad infracciones de poca monta de la intimidad a ras de suelo, todos los datos sobre las personas, obtenidos por procedimientos muchas veces ilegales y casi siempre coactivos o engañosos, engordan el Big Data con el que en las alturas se comercia a gran escala y los asentadores nos meten en casa el deseo a la medida, todo ello con toda impunidad. Ese doble rasero no parece preocupar a los que hacen las leyes ni a quienes las aplican. La intimidad se ha vuelto un comodín que vale para todas las jugadas, como cuando –ahora yendo a lo frívolo– dos personas de la realeza piden cuando se separan la intimidad que no mostraron en absoluto cuando se unieron con la mayor pompa pública, ignorando, incautos, que el destino de las pompas es el que es.

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