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Alfredo Canteli

Adiós a un asturiano universal

Escuchar el nombre de José Luis Balbín hace que se me agolpen los recuerdos y, debo confesarlo, que alguna que otra lágrima. Hablamos de un hombre que marcó una época en el periodismo de nuestro país y, en el terreno humano, generó un enorme cariño a su alrededor con quienes tuvimos la oportunidad de conocerle, disfrutarle y quererle. Sin duda, ha sido un maestro del periodismo, en unos tiempos de gran importancia histórica para España pero, por encima de su vertiente profesional, ha sido un gran ser humano que superó, y no era nada fácil, la gran realidad periodística que protagonizó.

Amigo de sus amigos, tuve el honor de sentirme uno de ellos tras coincidir durante varios años en los cuadernos literarios y en uno de los premios por el que ambos sentíamos un profundo orgullo: la Amuravela que cada año otorga la Asociación Amigos de Cudillero. Años que fueron forjando una estrecha relación entre ambos, y también entre mi esposa Marta y su mujer Julia. Compartíamos historias, anécdotas y momentos que se han quedado guardados para siempre en nuestra memoria.

Balbín era, al estilo del de Mario Vargas Llosa, un gran “hablador”: una de esas personas a las que te gustaba escuchar en todo momento y sobre cualquier tema de conversación, porque parecía estar en condiciones de narrar de viva voz la historia de la España más importante que ha sido la de la Transición. Fue un profundo analista de la España política y social, siempre con una clarividente personalidad crítica, que le hizo sobrevivirse a sí mismo en un terreno profesional nada fácil para quienes quieren tener voz propia, independiente y buscando siempre la verdad, aun cuando no la encuentran.

Lamentablemente, debido a que tanto Marta, mi mujer, como yo, estamos confinados a causa del covid 19, no podemos acompañar a nuestra querida amiga, su esposa, Julia, y a su familia en estos momentos tan tristes y en ese homenaje que toda Asturias le rinde acogiéndole para siempre en Pravia, donde nació y a donde ha querido volver para descansar eternamente en su tierra. Los grandes hombres no mueren, renacen en todos los que tuvimos la suerte de conocerlos. Y Balbín siempre será un asturiano universal.

Descanse en paz.

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