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El misterio de Ciudadanos

La estrepitosa marcha atrás de un partido que estuvo a punto de superar al PP en 2019

Después de las elecciones del domingo, se puede decir que de Ciudadanos solo quedan los restos. La estrepitosa marcha atrás del partido naranja se inició en 2019. En las elecciones de abril de aquel año le faltó un punto para superar al PP y luego, seis meses más tarde, inesperadamente perdió dos millones y medio de votos y 47 diputados. En las elecciones autonómicas celebradas desde entonces solo ha conseguido retener seis escaños en el Parlamento catalán, de los 36 que había obtenido en los comicios anteriores, y uno en las Cortes de Castilla y León, donde contaba con 12. En total, ha tenido que dejar 88 de los 95 asientos que ocupaba en los parlamentos autonómicos y solo ha conquistado uno, en la cámara vasca, en coalición con el PP. En Galicia, Madrid y Andalucía está fuera del Parlamento y en poco más de un año se ha visto forzado a salir de los cuatro gobiernos regionales que compartía con los populares. En tres años, Ciudadanos ha perdido todo su capital político. Una caída tan rápida y pronunciada no se ha visto en la política española desde el hundimiento de UCD, un partido que gobernaba en una situación muy complicada y ya estaba roto cuando recibió la sentencia de los votantes.

Los dirigentes de Ciudadanos especulan con la idea de una refundación. En el estado en que se encuentra el partido haría falta un milagro para tener alguna opción de nuevo. Antes de hacer cualquier intento sería preciso hallar el porqué de su trayectoria única. El caso se adentra en el terreno de lo enigmático. Un extraño sino parece estar conduciendo a Ciudadanos hacia un destino inexorable. Albert Rivera dedicó el libro publicado en su despedida a recordar el periplo vital y a justificar las decisiones estratégicas que había tomado, sin ofrecer ninguna clave que ayudara a explicar el extraordinario fracaso. Inés Arrimadas encaja las sucesivas catástrofes electorales, en apariencia sin entender el motivo de tanta adversidad. En las conversaciones políticas se relaciona la suerte actual del partido con su negativa a colaborar en un gobierno de Pedro Sánchez, pero el hecho es que la mayoría de los votos que en noviembre de 2019 se fugó de Ciudadanos no lo hizo para apoyar al PSOE, sino que elección tras elección cerró filas con el PP en su oposición al Gobierno de izquierdas.

Ciudadanos es un ejemplo de la fluidez y a veces la escasa racionalidad que caracterizan hoy a la actividad política. El electorado es volátil y muchos partidos carecen de una estructura sólida, con arraigo, y no alcanzan una institucionalización plena, como los clásicos partidos de masas. Pueden conocer un ascenso fulgurante gracias a un aluvión de votos y, sin embargo, de manera impredecible verse de repente reducidos a la nada y desaparecer o reencarnados en un partido con los mismos componentes, pero una imagen renovada. Además, la fugacidad es la nota distintiva de los partidos mediadores en España. La genealogía de Ciudadanos se remonta a los diversos partidos que adoptaron la etiqueta liberal en los años ochenta, al Partido Reformista Democrático y a la misma UCD.

Por otra parte, Ciudadanos tuvo el mayor éxito y las mejores expectativas en un momento de máxima debilidad del PP, acosado por la corrupción, apeado del poder por una moción de censura y sumido en una crisis de identidad y de liderazgo. Pero, al contrario que en Italia, Grecia y Francia, los dos principales pilares de nuestro sistema de partidos resistieron, eso sí, con una fuerte erosión, la crisis económica y la tensión política de la última década. Macron pudo aglutinar al electorado huérfano de los partidos republicano y socialista, pero el PSOE y el PP nunca han perdido su sitio en la política española. Ciudadanos tuvo asignado desde el principio el papel de partido bisagra y, llegado el caso, el de suplente. Resuelta la pugna interna entre liberales y socialdemócratas con una inclinación paulatina a la derecha, Ciudadanos acabó solapándose con el PP, en plena recuperación, y empezó a esfumarse.

En nuestra democracia, ningún partido ha conseguido establecerse por algún tiempo como intermediario entre los dos grandes, a pesar de los numerosos aspirantes que ha habido. Los que sí han disfrutado de esa posición son los nacionalistas catalanes y vascos. Ciudadanos va por el mismo camino que antes recorrieron UPyD, el CDS y otros partidos de menor relevancia. Una paradoja más de la política española: cuando se les solicita la ubicación ideológica, los electores se apiñan en el centro de la escala, pero todos los partidos de vocación centrista han tenido una vida corta.

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