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Julio Bruno

Viajar es un placer, pese al covid

Desplazarse por ocio y diversión, una necesidad incurable

El verano es época de viajes, peregrinajes, andanzas y correrías. Un periodo en el que volar, explorar, navegar o simplemente vagar, se convierte en la mayor de las aficiones de medio mundo. Y yo, que disfruto descubriendo nuevas culturas, nuevas ciudades y nuevas aventuras, he podido arrancar este tórrido verano en dos lugares distantes, pero con muchas semejanzas: mi querida Asturias y Mykonos en Grecia.

Si excluimos el mar, parece muy atrevido hablar de similitudes entre ambos destinos; si Asturias es el paraíso natural, el de los mil verdes, donde escarpadas montañas y frondosos valles te recogen para disfrutar de la vida con los cinco sentidos, Mykonos es un erial desde que el legendario Hércules mató a los gigantes, cuyos cuerpos petrificados –supuestamente allí enterrados– dieron forma a su árido paisaje, permanentemente azotado por los vientos. Nada apetecible a primera vista, pero con unas aguas cristalinas y una arquitectura de casas blancas, calles sinuosas y capillas por doquier que invitan a pasear y deleitarse.

Pero ha sido tras poder volver a mi Asturias, después de muchos meses de espera por una pandemia que sentimos nos ha robado tiempo, alegría y amigos cuando he visto las muchas semejanzas en destinos nacionales e internacionales. Son las ganas de viajar y cambiar de aires. Vayas donde vayas los hoteles están llenos, es complicado reservar un apartamento turístico, los restaurantes están a rebosar, y todo se resume en que la gente quiere salir, disfrutar y amar.

Pero la alegría nunca es plena. Los aeropuertos en España están sobrepasados por una evidente falta de personal que hace que sea imposible atender a un volumen de pasajeros ya en niveles precovid y que en los próximos años seguirán creciendo a un ritmo del 5% anual. Hasta el aeropuerto de Heathrow en el Reino Unido ha restringido el número de pasajeros diarios por falta de recursos.

Detrás de este caos en los aeropuertos hay dos causas principales. Por un lado, la falta de estabilidad que AENA, la sociedad mercantil estatal que gestiona 46 aeropuertos en España, ofrece a sus trabajadores. Y por otro lado los ERTE que, por causas económicas, se aplicaron a los trabajadores de las compañías aéreas que operan en España. El miedo a pasar del ERTE al ERE, a perder el puesto de trabajo o a ver reducidas sus condiciones laborales y económicas, ha llevado a muchos profesionales a buscar puestos de trabajo en otros sectores de la economía que entienden son más seguros o estables.

Nos encontramos ante un problema internacional que yo he podido atestiguar en mis frecuentes viajes. Esta pérdida de talento afecta sobre todo al turismo, a la hostelería y a los servicios en general. Tenemos un problema global que necesita soluciones creativas para volver a atraer a trabajadores a esta industria tan necesaria y a la vez tan castigada. Es una paradoja que, en el negocio de la felicidad, los trabajadores no estén felices.

Lo que no ha cambiado, sin embargo, son nuestras ganas de viajar, de conocer otros países, otra gente, y de olvidarse del día a día. Me alegra pasear por las calles de ciudades y pueblos y ver que los negocios vuelven a revivir, consciente de que el covid ha marcado un punto y seguido y que posiblemente no volvamos a vivir como antes, con la misma despreocupada libertad. Yo, por si acaso, ya estoy planeando mi siguiente aventura.

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