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Laviana

Más allá del Negrón

Juan Carlos Laviana

El mercado de las estrellas

Durante todo el verano se ha hablado de los futbolistas como mercancía

La pasada semana se cerró el mercado. ¿Qué mercado? ¿El bursátil, el de ganado, el de abastos? Ninguno de esos. Se cerró el mercado de fichajes. Como si fuera la rula, algunos clubs esperaron hasta la hora límite, las 00.00 horas del día 2 de septiembre, para conseguir a determinado jugador al precio más barato. Unos que antes eran propiedad de tal Fútbol Club ahora son propiedad de tal Sociedad Anónima Deportiva. Otros han sido cedidos o traspasados con derecho a compra. Algunos, a los que nadie ha querido, han conseguido la "carta de libertad", a la espera de ser comprados a precio de saldo en otros mercados.

Hemos pasado dos meses oyendo expresiones como estas, desde que se abrió el mercado de verano 2022 en julio hasta la semana pasada, que se cerró.Estamos tan acostumbrados que nos parece la cosa más natural. Casi todos los clubes han tenido que deshacerse de los desechos de tienta para hacer cash y poder ir al mercado con dinero fresco en el bolsillo que les permita renovar sus plantillas.

Recuerda al mercado del llamado star system de la edad dorada de Hollywood. Las grandes majors formaban un elenco de actores propios, determinaban su imagen y su forma de vestir, incluso condicionaban su vida privada. Por ejemplo, a Rock Hudson le obligaron a casarse para disimular su homosexualidad.. Imponían contratos leoninos, que obligaban a los actores a interpretar papeles que ellos no elegían, Prohibían su colaboración con otros estudios, salvo que fueran cedidos o prestados por la productora a la que pertenecían. Algunas actrices, como Judy Garland, llegaron a denunciar que vivían en régimen de semiesclavitud.

Con los astros del balompié, no se llega a tanto. Pero parece mentira que en estos tiempos de piel tan fina se siga hablando en esos términos. Las grandes empresas de este sector –fondos de inversión, magnates rusos o chinos, jeques del Golfo Pérsico…– intentan lavar su imagen sumándose a causas nobles. Hemos visto a los jugadores arrodillarse en el campo por el Black Lives Matter, lucir brazaletes del movimiento LGTB o con la leyenda "Respeto" contra la violencia en el fútbol estampada en sus camisetas. Incluso vemos los partidos en televisión con una bandera de Ucrania en la pantalla. Bien está. Pero, mientras tanto, se sigue hablando de compraventa de jugadores como si se tratara de un mercado persa. Se escribe sin pudor que tal jugador sería una buena compra por "sus 193 centímetros de estatura, su potente zancada y su envergadura" (sic).

No necesitan defensa los cracks del fútbol. Sabemos que muchos, con un gran valor en el mercado. son multimillonarios, niños mimados, derrochadores, bon-vivants, caprichosos, insolentes, prepotentes, insoportables como personas. Lo que se quiera. Pero no por ello dejan de ser personas. Para algunos asuntos, medimos el lenguaje al milímetro e inventamos eufemismos ridículos para no llamar las cosas por su nombre. Sin embargo, nadie parece ofenderse porque se hable de los futbolistas como una mercancía.

Nos hemos hartado de oír en la radio o en la televisión conversaciones como ésta: "¿Por qué han vendido tan barato a ese defensa si es muy bueno? No, es que es de Mendes, iba en el mismo paquete de tal delantero. La operación fue un dos por uno". O, como esta: "El jeque se ha encaprichado con tal chico brasileño y cuando al jeque se le antoja algo, no hay millones que le detengan". O como esta otra: "Fulano se ha devaluado, tiene tanto interés en jugar el Mundial que iría regalado con tal de estar en activo hasta noviembre".

Empiezan a alzarse las primeras voces censurando expresiones como "mi mujer" o "mi novia". Es una aberración usar el posesivo, dicen, porque supone considerar a la otra persona una pertenencia. El mundo del fútbol, y muy en especial los periodistas, deberían actualizar su argot y referirse a los futbolistas con una terminología más acorde con los tiempos. Ya lo dijo Rodrigo Rato, chulesco y bravucón, en el Congreso: "Es el mercado, amigo". Aunque sea el mercado laboral, lo cierto es que cuando Florentino Pérez fichó a Ferreras en 2014 nadie dijo "Florentino compra a Ferreras", pero este verano se hablaba y mucho de que Florentino quería comprar a Mbappé. Por una vez, y sin que sirva de precedente, se echa de menos un poco de corrección política.

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