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José Manuel Ponte

Boxeo de salón

El cara a cara Sánchez-Rajoy, un combate nulo sin chispa

Pedro Sánchez y Núñez Feijóo subieron al cuadrilatario de la expectación nacional para desarrollar una pelea cautelosa en la que el objetivo principal pareció ser el de no ser sorprendido por un mal golpe de su adversario. Un mal golpe que lo obligase a bajar del ring en brazos de las asistencias. Descartado ese final abrupto, el resto de los doce asaltos derivó en una exhibición de boxeo de salón con los dos púgiles revoloteando, por turno, uno alrededor del otro.

La aparente contundencia del simulacro no convenció a los asistentes y se dejaron oir protestas, silbidos y pateos. En consonancia con el estado de ánimo del público, los jueces declararon nulo el resultado de la pelea. Algo parecido a eso ocurrió con el debate entre el presidente del Gobierno y el jefe de la oposición. Feijóo lo había reclamado, dada la imposibilidad legal de queun senador pudiera confrontarse con un diputado, en el que además se daba la circunstancia de ser el jefe del Ejecutivo. Para general sorpresa –el PP hizo correr la versión de que el líder socialista rehuía la confrontación– Sánchez aceptó el desafío y el duelo se celebró en el Senado en el que el jefe popular tenía asiento por el cupo autonómico. Un subterfugio –legal, por supuesto– que le permitía lucir en la capital del Reino como jefe de la oposición y presidente del PP.

No se esperaba un debate agrio tras haberse comprometido los dirigentes de las organizaciones políticas a comportarse civilizadamente. El apuñalamiento de Pablo Casado por sus propios compañeros de partido, a la vista del público y con una ferocidad como pocas veces se ha visto, parecía haber rebasado los limites de lo tolerable. Y ya empezaban a reflejar incomodidad y hastíoo ciudadano en los sondeos de opinión y en las encuestas.

Pero ya es sabido que de buenas intenciones está empedrado el infierno. El debate entre Sánchez y Feijóo fue soso y de poco interés. Repitieron algunas cosas que ya les habíamos oído y se cuidaron de mantener el guion que llevaban preparado de antemano. Nada original, por supuesto. Sánchez optó por una versión más agresiva y más radical, como suelen los socialdemócratas cuando se avecinan citas electorales y necesitan los votos de la izquierda que está a su izquierda, esa que dejó Pablo Iglesia al cuidado de Yolanda Díaz mientras él acudía al peluquero a cortarse la coleta.

Por cierto que en Ferrol hay una peluquería de hombre de altísimo nivel. Es tradición que el naval, tanto civil como militar, vaya siempre impecabl. Lo único llamativo del discurso de Sánchez fue su acusación a Feijóo de haber sido puesto al frente del PP por los ricos y los poderosos ¡Como si eso fuera una novedad! Por su parte, Feijóo se mantuvo en ese estilo de hombre moderado y discreto que ha pintado en su escudo. No obstante, al final acabaron el uno y el otro riñendo e insultando. Eso sí, en la forma sosa que va descrita al principio del texto.

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