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Guillermo Martínez

Códigos éticos, de conducta, buen gobierno y transparencia

Medidas para que la acción pública se encamine siempre a la toma de decisiones en favor del bien común

Antoine de Saint-Exupéry decía que "somos lo que hacemos", pero también somos lo que aspiramos a ser. De ahí la oportunidad que ofrece la recopilación de "Códigos éticos, de conducta, buen gobierno y transparencia", en la que he tenido el honor de participar, para poder interpretar las aspiraciones de un momento dado en un determinado contexto, cobrando más sentido en la dimensión local y regional, un espacio privilegiado donde las grandes ideas necesitan de concreción y resultados y donde lo abstracto se transforma en concreto. Porque la acción pública consiste en primer lugar, no en soñar o en idear, sino en decantar la realidad, en separar lo ideal de lo real, en tomar las mejores decisiones en favor del bien común. A ello ayudan estos códigos.

Diferentes marcos políticos y sociales, distintas aspiraciones y momentos, provocan una lógica heterogeneidad de documentos. Los códigos éticos interactúan. Están sometidos al tiempo y al lugar, al escrutinio público, a la opinión de los empleados, a la gestión de los directivos, al papel de los medios de comunicación. Constituyen un contrato para una buena Administración, transitan de los abstracto a lo concreto, generar normas completas.

Estamos ante códigos de nueva generación. Atrás las aportaciones de aquel Código Hammurabi de la Babilonia del siglo XVIII a de C., pasando por la "Etica de la responsabilidad" de Weber o la contemporánea celebración del Primer Congreso Internacional de Ética Pública en el año 1983 en los Estados Unidos. Los nuevos textos interpretan mejor la realidad y son más posibilistas y concretos.

Estos documentos ponen de manifiesto los esfuerzos del sector público en alcanzar los más altos estándares éticos y de transparencia, forman parte de las reformas de gobernanza y mejora de la administración, colocando al ciudadano como objetivo. Trascienden del ámbito público, ofrecen soporte y guía para las entidades privadas. Esta recopilación permite seguir la trazabilidad de cada norma, aporta valor añadido, es útil. Y cuenta con la calidad y el sello de garantía BOE, que consigue la magia de que no envejezca, a través de una permanente actualización, y que su acceso sea sencillo y cómodo.

Los códigos tienen destinatarios. Los responsables políticos, los empleados públicos, las personas con quienes interactúan. El sociólogo Byung-Chul Han habla de una democracia del espectador donde los responsables políticos serían más valorados por su posición en el espacio público que por lo que hacen. Pero al igual que nuestra sociedad demanda una mayor transparencia y exige un estándar de comportamientos éticos más elevados, también los responsables políticos han interiorizado este mensaje y han proliferado las normas que tienen que ver con estas materias. Fue Michel Foucault quien ironizó sobre la transparencia afirmando que nadie sería más transparente que un prisionero. No se trata de limitar la acción pública, de entorpecer procedimientos, sino de hacerlos mejores y de mayor calidad.

Es común reclamar a los responsables públicos mayor exigencia en materia de transparencia y buen gobierno. Pero no construyamos un mundo ilusorio de derechos sin deberes. Conservemos la gran aportación de la Ilustración a la vida pública: qué por vez primera, la acción pública fuera un factor de cambio.

Precisamente Todorov afirmaba que nuestra sociedad heredó los ingredientes de la Ilustración, pero con mezcla nueva. Y también que más que una sociedad ilustrada, somos una sociedad en vía de ilustrarse. Un tiempo de transición desde el paso de una sociedad cartesiana a otra emocional, donde el valor de un "me gusta" compite con los argumentos más sólidos y razonados. Al fin y al cabo, la acción pública siempre se ha movido entre la competencia y la proximidad. Es conveniente que ambas líneas no se separen demasiado. En palabras de Kant, mejor un político moral que un moralista político.

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