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LNE FRANCISO GARCIA

"Generación orfidal"

La salud mental es elemental. Vivimos en un estado de alarma permanente, sometidos a situaciones estresantes que nos obligan a mantener permanentemente encendido el piloto automático. Dormimos poco y mal; comemos peor y nos mostramos con frecuencia irascibles. Pasamos el día conectados a aparatos tecnológicos que nos desconectan de la realidad. Cuando más comunicados con el mundo parecemos estar, resulta que nos encontramos más solos que nunca. La soledad, que provoca desamparo, es la peor de las malas compañías.

Una variedad de causas ha conducido a una situación que lleva a miles de personas a buscar alivio en pastillas mágicas contra el sufrimiento, cuando no todo malestar es sinónimo de patología. La “generación Valium”, consumidora frecuente de la píldora amarilla a la que cantaron los Rolling Stones en “Mother´s Little Herper” en los años sesenta, ha dado paso, tras la pandemia del coronavirus, a la “generación orfidal”, jóvenes y adolescentes que no aciertan a gestionar sus emociones y tienen que recurrir a psicofármacos que ocupan ya tanto espacio en los botiquines familiares como los universales ibuprofenos y paracetamoles.

España lidera el consumo legal de benzodiacepinas, un grupo de medicamentos que incluye a los ansiolíticos, hipnóticos y sedantes que se recetan para combatir la ansiedad, el insomnio y determinados trastornos psiquiátricos. El último estudio realizado certifica que en este país se consumieron el pasado año 110 dosis diarias por cada mil habitantes.  Esas cifras denotan un problema alarmante que exige antidepresivos que no se recetan, como la actividad física y las relaciones sociales. Una conversación, una caminata por el monte o un rato de introspección pueden hacer milagros.

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