Síguenos en redes sociales:

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Feminización de la profesión docente

Siete de cada diez profesores no universitarios son mujeres

Según datos de la OCDE (2022), la población adulta más joven (25-34 años) tiene, en general, tanto en España como en los países de nuestro entorno, un mejor nivel de estudios si se compara con tramos de edad mayores o con el total de la población. Entre los jóvenes, la proporción de mujeres que alcanza el nivel de educación terciaria (universitaria o no) es superior a la de hombres en todos los países analizados y también en España; sin embargo, este dato alberga considerables diferencias asociadas al género, como el relativo al campo de estudios. En la mayor parte de los países, las mujeres son mayoría en el ámbito de la salud y del bienestar, pero tienen escasa presencia en el ámbito de las ciencias, las tecnologías, las matemáticas y la ingeniería. Es algo que salta a la vista en nuestras Facultades de Educación, en las que el alumnado es mayoritariamente femenino. Este curso, por ejemplo, no hay ningún varón matriculado en la asignatura que imparto en el Grado de Educación Infantil. El hecho de que la docencia en las primeras etapas tenga sobre todo rostro de mujer puede deberse a la discriminación femenina, aún vigente, cuanto a la idea pedagógica de que la mujer es la portadora del verdadero afecto. Por una parte, la docencia en los tramos educativos iniciales carece del prestigio, del poder y de la remuneración de que goza, en general, el profesorado universitario, en sí mismo heterogéneo, y, por otra, la presencia femenina en las aulas de los primeros niveles se supone que "garantiza", en cierto modo, la prolongación del amor de las madres, "maestras naturales". Complementariamente, se considera que las mujeres son más aptas para trabajar con la infancia: las maestras son una suerte de "madres profesionales". ¿Permanece el estereotipo del sexo frágil y cuidador?

Pese a la variabilidad internacional la feminización docente es un fenómeno global, también en la Unión Europea, que permanece vinculado a la condición social de la mujer. Hasta en los países nórdicos, en los que se supone que hay una elevada igualdad de género, la docencia está muy feminizada. En España, según el Sistema estatal de indicadores de la educación (2022), las mujeres representan un 67,1% del profesorado, porcentaje que se incrementa en las Enseñanzas de Régimen General no universitarias hasta alcanzar el 72,4%. La presencia femenina es menor en el profesorado universitario (42,9%), donde hay mayoría de hombres (57,1%). En los centros de Educación Infantil, casi la práctica totalidad del profesorado es femenino (97,7%), y en los centros de Educación Primaria también es notorio el porcentaje, un 82,1%. Aunque las mujeres siguen constituyendo una mayoría, se reduce significativamente su presencia en los centros de Educación Secundaria y Formación Profesional (59,6 %).

La infrarrepresentación masculina en los primeros tramos de la enseñanza o, lo que es igual, la sobrerrepresentación femenina ha llevado en ocasiones a preguntarse si el currículum escolar y el estilo didáctico han beneficiado a las niñas y ha generado más desmotivación hacia el aprendizaje en los niños. En otros términos, ¿la brecha de género en la profesión docente influye en los resultados escolares? A esta pregunta se podrían agregar otras como: ¿considera la sociedad que la educación en las primeras etapas es asunto exclusivo de mujeres?, ¿con objeto de promover la igualdad de género debe estimularse la mayor presencia masculina en las carreras de educación y, por ende, en el propio colectivo profesional?, ¿la feminización de la profesión docente sirve de excusa para que los salarios sean más bajos?, ¿el sesgo de género en la docencia y los modelos masculinos y femeninos presentados en la infancia pueden afectar diferencialmente a niños y niñas en el proceso de socialización y en aspectos tales como las aspiraciones laborales? Se sabe, por ejemplo, que más niñas que niños, incluso a la temprana edad de cinco años, quieren dedicarse a la docencia (OCDE, 2021), quizá porque entren en juego procesos de imitación, modelado e identificación con sus maestras en el propio entorno escolar. Mientras se despejan estas y otras incógnitas, procede recordar que en España, la mayor presencia femenina en las carreras de educación y en los equipos directivos (directoras, secretarias, jefas de estudio) de centros educativos no universitarios, está lejos de advertirse en puestos universitarios de responsabilidad. A medida que se asciende en el escalafón hay menos mujeres. No es casualidad que cada vez se analice más el llamado "techo de cristal", esto es, el límite máximo a que pueden aspirar las mujeres en su carrera profesional, a menudo "invisible" y, por supuesto, inexistente en el caso de los varones. Este "techo de cristal", uno de los principales obstáculos para que las mujeres alcancen el nivel superior de gestión en el seno de las organizaciones, se deja sentir especialmente en el ámbito universitario, con menos catedráticas y menos rectoras. Lo que cabe decir al respecto es que su eliminación daría a nuestra sociedad un plus de justicia y desarrollo.

Al igual que en otras ocupaciones, particularmente en las que exigen una gran responsabilidad, se sabe que el riesgo psicopatológico implicado en las actividades docentes se acrecentó durante la pandemia. Los daños psicológicos, sobre todo en forma de estrés, ansiedad y depresión, fueron mayores en las mujeres. Este mayor impacto psicológico negativo en el sector docente femenino puede deberse a la sobrecarga de tareas realizadas tanto en el ámbito escolar-laboral como en el doméstico-familiar, una auténtica e insidiosa "doble jornada", resultado de una insuficiente o inexistente corresponsabilidad de los varones.

La diversificada profesión docente constituye, sobre todo en las primeras etapas del sistema educativo, una actividad laboral al servicio de los demás, de cimentación de la personalidad infantil y de orientación de la vida de los más pequeños. Un trabajo de humanización que requiere corazón y ciencia, una fecunda combinación de cualidades personales y competencias técnicas. No podemos entender la actuación docente sino a través del equilibrio de estas vertientes, que, dicho sea de paso, son patrimonio de todos, hombres y mujeres. Lo que urge es mejorar las condiciones en las que el profesorado realiza su labor, avanzar en el proceso de dignificación docente, algo que también nos lleva a enfatizar la importancia de la formación. La escuela ha de ser un escenario de posibilidades, abierto y esperanzado, en el que se combaten las desigualdades y se responde a los desafíos de manera racional y ética.

Esta es una noticia premium. Si eres suscriptor pincha aquí.

Si quieres continuar leyendo hazte suscriptor desde aquí y descubre nuestras tarifas.