Salas y el Picu d’Aguión

Uno de los emblemas de la diversa riqueza de un concejo en horas bajas para atraer visitantes

Sierras occidentales desde la subida al pico Aguión

Sierras occidentales desde la subida al pico Aguión / MIKI LOPEZ

Jesús Menéndez Peláez

Jesús Menéndez Peláez

El pasado viernes, día 30, la industria francesa Danone entonaba, a modo de responso mortuorio, la canción tradicional el "Adieu par jamais, adieu", que caía sobre casi ochenta familias del concejo de Salas; era la estocada definitiva. Terminaba así el año 2022, que no fue para la Villa de Fernando de Valdés-Salas un año venturoso. A este desmantelamiento industrial se unía el aislamiento durante semanas que sufría nuestro concejo por las especiales condiciones orográficas, quizás no tenidas demasiado en cuenta en la construcción de la autovía Oviedo-La Espina. Todo ello supuso un quiebro irrecuperable en la economía de Salas y su concejo. Como hijo del mismo, en el pueblo de Lavio, quiero emular a Fernando de Rojas, autor de La Celestina, una de las obras más importantes no solo de la literatura española, sino de la literatura universal. En el prólogo de la obra dirá que hallándose de vacaciones "acostado sobre mi mano, eché mis sentidos a volar para ayudar a mis conterráneos que sufren mayor inopia". Desde mi cenobio gijonés también quiero echar mis sentidos a volar. Y refresqué mi memoria. Esa memoria de la niñez, adolescencia y juventud que permanece con toda su frescura en mi disco duro. Y recordé lo mucho que significó para mí el Picu d’Aguión, donde confluyen los concejos de Salas, Cudillero y Pravia. Evidentemente no es el Zugspitze de los Alpes que marca la frontera entre Alemania y Austria, que atrae a miles y miles de turistas con sus 2.962 metros, la montaña más alta de Alemania; las dos naciones dotaron a esta montaña con todo tipo de recursos que facilita a cualquier persona disfrutar de una de las vistas más atractivas del macizo alpino; tampoco el Picu d’Aguión es el Mont-Blanc, pero la ciudad de Chamonix centra buena parte de su economía en esta montaña, como lo hacen también Suiza e Italia, naciones que se benefician de la cumbre más alta de Europa (4.807 metros); podríamos multiplicar los ejemplos de la importancia de determinadas montañas en la economía mundial. Nuestro Picu d’Aguión (927 metros) es la atalaya más importante de Asturias. En mi niñez, adolescencia y juventud fueron decenas y decenas de veces las que subí a su cima. Para quienes tuvimos el privilegio de pasar largas temporadas, durante doce años, en Covadonga, las montañas forman parte esencial de nuestra formación y condicionaron para siempre nuestra esencia física y nuestro amor por la montaña. Cuando quien subscribe regresaba a su pueblo de Lavio a pasar unas muy breves vacaciones, necesitaba buscar horizontes más extensivos. El Picu d’Aguión se convirtió así en lugar habitual, casi cotidiano, durante los veranos de los doce años de los Estudios eclesiásticos. Con un assimil debajo del brazo ("Nous partons pour la France", "My tailor is rich", "Wie ist der Tee") iniciaba la salida de mi casa: Porfartu, Los Campos, El Chanu pozu (mi ordenador no tiene los grafemas para la representación de la "che vaqueira"), llegaba al "Camín real" (entre Salas y Valdés) y ascendía una pequeña cuesta hasta la cumbre. Allí me esperaba Manolo el de Ardesaldo, quien, desde una muy humilde caseta, dotado de una sencilla emisora, controlaba las posibles anomalías provocadas por el fuego; "Desde iqui nun veo ninguno, corto", decía Manolo. La caseta de Manolo tenía una especia de colchón o jergón, donde reposaba o incluso pasaba las noches. Una tormenta en el Picu d’Aguión provocaba el "pánico y el horror", algo parecido a lo que la filosofía alemana del romanticismo bautizó con el "Sturm und Drang". Manolo me invitaba a un botellín de cerveza El Águila Negra y me contaba las experiencia que había vivido desde aquella atalaya, la mayor de Asturias. Pasados los años en el Picu d’Aguión se instaló el mayor radar meteorológico de Asturias y quizás del norte de España. Desde aquí se divisa: al norte, el Mar Cantábrico (si la tierra no fuera redonda, se divisaría la "Pérfida Albión"); al este, Los Picos de Europa; al sur, Las Ubiñas, Peña Redonda…, y, al oeste, las onduladas montañas gallegas. Una atalaya de auténtico privilegio a la que puede acceder cualquier caminante, bien desde Salas (La Carrilona), bien desde la Venta de las Gallinas. Cuatro kilómetros hasta la Venta de las Cruces. Unas vistas de ensueño que cautivaron a un grupo de estudiantes de la Universidad de Ginebra, familiarizados con las montañas de sus distintos cantones, a quienes tuve el privilegio de preparar una estancia de ocho días por Asturias, acompañado por el catedrático de la Universidad de Ginebra, Carlos Alvar. La visita al Picu d’Aguión no podía faltar; quedaron impresionadas por la cercanía entre el mar y la montaña, insólita en su país. La misma impresión causó en muchos de los hispanistas internacionales que asistieron a los seis congresos internacionales que organizó la Fundación Valdés-Salas hace algunos años. Uno de ellos, ruso de nacimiento y residente en USA como catedrático de literatura Española en la Marshall University, el Profesor Slav Gratchev, se enamoró tanto de nuestro concejo que alquiló una casa y durante varios años pasaba aquí el mes de junio hasta la llegada de la pandemia. Loli y Manolo, que regentan el Hotel Castillo, fueron testigos de ello; sus vivencias quedaron recogidas en una entrevista en LA NUEVA ESPAÑA (9-VII-2017, edición de Gijón).

Fernando de Rojas nació en Puebla de Montalbán (Toledo). Escribió La Celestina para ayudar a remediar las muchas necesidades de sus conterráneos. Este aldeano, ahora desde su cenobio gijonés, hace estas reflexiones en pro también de sus paisanos del concejo de Salas. Lleva con orgullo ser patrono de honor de la Fundación y Aula Valdés-Salas que, de la mano de dos paisanos y colegas universitarios, Joaquín Lorences e Isidro Sánchez, respectivamente, se esfuerzan por hacer de Salas un lugar atractivo al visitante. Riqueza cultural, con la Colegiata de Santa María, que custodia uno de los mausoleos más importante del Renacimiento en Europa, obra de Pompeo Leoni, que guarda los restos del fundador de la Universidad de Oviedo, Fernando de Valdés; colegiata que ofrece dos retablos de los mejores de Asturias, según Jovellanos; en la fundación Valdés-Salas podrá visitar el Museo del Prerrománico, una colección de mapamundis y una singular y original biblioteca donde el bibliógrafo, aficionado o experto, puede observar el papel, la encuadernación y las ilustraciones de un legado muy importante de ejemplares editados por los mejores impresores del Renacimiento en Europa, como Plantino-Moreti. Riqueza gastronómica (los "carajitos del profesor" son nuestro icono más conocido). Riqueza paisajística: el Picu d’Aguión o la Ermita del Viso desde donde se divisa una espectacular vista. Unas rutas de dificultad muy baja, que no olvidará jamás cualquier excursionista. Que este nuevo año sea verdaderamente venturoso para Salas, el concejo de este aldeano Cuqui de C’al Sastre de Lavio.

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