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La necesidad de un acuerdo entre el PSOE y el PP

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Carlos Fernández

Carlos Fernández

Escucho las noticias desayunando. Suelo cambiar cada poco de emisora por aquello de que lo mejor es una dieta variada. Y observo algo curioso: todas informan, pero cada una lleva el agua al su molín en lo que más hablan: la baja política. De la buena comentan menos.

Decía José Luis Sampedro que de los informativos había que escuchar sobre todo lo que no decían. Gran verdad. Sucede que unos acusan al gobierno actual de caer en manos de populistas de izquierdas y nacionalistas. Otros avisan que el partido conservador, si ganase las elecciones, se entregaría a los populistas de derechas, también infectados con el cáncer de los nacionalismos, en este caso español. Y las dos familias de emisoras tienen razón, pero curiosamente en ambos casos silencian el motivo de que eso suceda: ninguno de los dos grandes partidos obtiene el número preciso de diputados para gobernar solos, y se ven abocados a adquirirlos en el mercado.

Y van, o irán a por ellos a los pastos más próximos. Pero para comprar algo hay que pagar su precio. Resultado: lo que está pasando. El lío general y la desestabilización del Estado, con privilegios a unos territorios y deméritos a otros, querer que los jueces sean de su palo, retorcer las leyes, la desacreditación de los políticos, a pesar de que son imprescindibles para el funcionamiento de un país. Es verdad que muchos de los actuales hacen poco para evitar esa descalificación –el Congreso convertido en un establo, o las prebendas de sus señorías y arrimados, sin buscar más ejemplos.

Lo triste del caso es que para resolver la situación no hace falta inventar nada, la solución ya existe: se llama coalición. Los cerebrales alemanes llevan muchos años usándola, ya saben, gobierno con los dos partidos mayoritarios: SPD –socialdemócratas– y CDU –conservadores–. Y los partidos extremos no mojan. Y como la gente sabe que no mojan no los apoyan, con lo que no salen del bucle. Con el sistema español, socialistas y populares dándose palos y teniendo entonces que apoyarse en los pequeños, a estos se les insufla oxígeno, y se sostienen muy bien. Otro gallo les cantaría si no se hiciesen necesarios para gobernar.

Yo, simple ciudadano de a pie, convencido de que nuestro sistema político es el mejor de los inventados hasta hoy, pero agotado por el espectáculo, estoy en la creencia de que si los dos grandes se sentasen, si se arreglasen aceptando la evidencia de que ambas partes llevan algo de razón, desaparecerían muchos problemas, podrían formar gobierno sin dificultad pues tendrían diputados para regalar, disminuiría la visceralidad de la calle (y en las cenas de Nochebuena), que va a más, y nos darían a todos una buena lección: trabajar juntos para resolver los asuntos propios de esta sociedad, que esa es su única obligación. Mucha gente aplaudiría que fuesen listos, que no jugasen al todo o nada, que supiesen repartirse el pastel para que no se lo zampase el diputado de "Olloniego existe" o el de "Cuideiru ye nación", que nos ayudasen a vivir en paz. Y los ciudadanos de a pie podríamos disfrutar de las tostadas y el café, porque si la jornada empieza bien, el día promete.

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