La Asturias que más sorprende

No es solo humo

Los otros patrimonios de la industria en Asturias

Carmen Adams

Carmen Adams

No fue sólo humo, hacinamiento y contaminación la industrialización en Asturias. Algo quedó en positivo, algo para reivindicar como nuestros patrimonios. Asturias está tejida y destejida, forjada y modelada a golpes a veces duros, en ocasiones traumáticos. Creada a partir de heridas para extraer minerales de su interior, de chimeneas que a veces expulsaban tantas cosas que respirar se hacía difícil. Profundos surcos en el territorio que dejaron cicatrices que necesariamente debemos considerar como propias. Porque de eso, y de los sueños, es de lo que estamos hechos. Y entre los sueños, los de vidas mejores, que se conseguían con viviendas, con saneamiento, con electricidad; con lucha sindical y a veces también gracias a posturas paternalistas.

Al mencionar los paisajes de la industria en Asturias, lo primero que nos viene a la imaginación es un escenario de contaminación, enormes instalaciones humeantes, y en general un mundo escasamente atractivo para la vida. Si bien eso fue, y a veces aún es, una realidad, no lo es menos que las instalaciones fabriles trajeron aparejadas, en muchos casos, intervenciones urbanísticas o territoriales de diversa resolución. Actuaciones, además, que configuraron unos itinerarios de la memoria histórica.

Por una parte, los barrios construidos por iniciativa empresarial, que son testimonio de las vidas de quienes allí residieron y de una forma de entender la casa para los trabajadores. Trabajadores de todas las situaciones jerárquicas; porque hubo conjuntos más o menos afortunados destinados a obreros; pero también se construyeron barrios-jardín para los directivos.

La necesidad de vivienda saneada y de escaso coste para alojar al creciente proletariado era una realidad que se palpaba durante el cambio del siglo XIX al XX, en plena industrialización asturiana. Necesidad que las clases acomodadas en ocasiones perciben por motivos de tipo moral vinculados a la promiscuidad que se generaba en los hacinamientos humanos de la industrialización. Otras veces, mentes más preclaras vinculan al peligro de estallido social que tan pésimas condiciones de vida pudieran conllevar. Y es que una casa digna y cómoda (normalmente alquilada por la propia empresa) suponía un bien preciado que ningún trabajador iba a poner en peligro de buenas a primeras por una reivindicación laboral.

Las grandes compañías construyen así poblados para sus trabajadores, asentamientos de nuevo cuño que se pretenden ajenos a los movimientos reivindicativos que pudieran afectar a pueblos más antiguos y cohesionados socialmente. En ocasiones con un férreo control sobre las vidas, incluso con cierres perimetrales. Son las colonias o barrios que salpicarán por estas fechas toda la geografía española, con actuaciones más o menos afortunadas, destacando las de Cataluña, pero también las asturianas de Trubia, Bustiello, las de Duro-Felguera, Asturiana de Zinc, o más tardíamente las de Avilés vinculadas a la llegada de la gran industria a mediados de la pasada centuria.

Mención aparte merece la fábrica de La Vega en Oviedo y sus viviendas jerarquizadas, tema tan de actualidad, que ocuparía todas las líneas de este artículo. Conviene señalar al menos que se trata de un conjunto único, con enormes posibilidades, y que falta un plan estratégico claro de qué se va a hacer ahí o para qué va a servir.

Y continuando con este panorama general, conviene fijar la atención en las consecuencias indirectas de la actividad industrial, que son diversas. En el caso de Duro Felguera, hemos de mencionar el Barrio Urquijo, o el frustrado de La Nalona; pero también el cuartel de la Guardia Civil, que pagaron los Duro y encargaron también al arquitecto Rodríguez Bustelo. Y la Quinta Duro, lugar de recreo a las afueras de Gijón (hoy convertida en hotel) donde se conserva la reja del panteón familiar; porque cuando iba a ser incendiada la iglesia de La Felguera durante la Guerra Civil, se les permitió antes sacar a sus muertos y algunas pertenencias. Historias del paternalismo industrial…

Así, las consecuencias de la industrialización, al margen del impacto directo de las fábricas, fueron más amplias en la región. Se ha de considerar, en este sentido, la forma de ordenar el territorio. La villa de Avilés no se habría conservado tal y como la conocemos, sin la política de segregación social que supuso la decisión de ubicar los barrios obreros vinculados a la fábrica más que a la ciudad.

Pero hay también otras intervenciones en el paisaje relacionadas con la industrialización. Hemos de mencionar el conjunto de centrales eléctricas que Vaquero Palacios construye en Asturias. Todas y cada una de ellas constituyen ejemplos de alarde formal con un destino práctico. Y antes de esas, otras como la de La Malva en Somiedo, que tantos años aguardó a ser redescubierta de entre la vegetación que la ocultaba, como si del castillo de un cuento infantil se tratara; o la de Selviella que es ahora alojamiento turístico, en Belmonte, junto al río.

Y cómo olvidarnos de esas intervenciones en Picos de Europa, alardes de ingenieros. La ruta del Cares, ahora masificada vía de interés turístico, fue antes senda para construir un canal de alimentación desde Caín a la pequeña central eléctrica de Camarmeña en Poncebos. Las obras se desarrollaron entre 1916 y 1921.

Y todo eso queda como huella de un pasado en Asturias. Y todo eso, y mucho más, supone un interesante conjunto patrimonial que sin la industrialización no habría existido.

Y entre este acervo de patrimonios industriales, no podemos olvidar aquellos vinculados al mar: los de las conserveras y la carpintería de ribera, los de los puertos y los faros. Pero eso merece una reflexión singular.

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