El manto terrestre al alcance

Por fin se ha conseguido extraer rocas tras atravesar la capa externa terráquea

Manuel Gutiérrez Claverol

Manuel Gutiérrez Claverol

El asunto trae cola, pues ya en 1957 se inició la expedición oceánica, auspiciada por los Estados Unidos, denominada "proyecto Mohole", con la neta pretensión de atravesar, desde el buque oceanográfico CUSS I, la corteza más delgada del océano Pacífico en las costas de México, hasta alcanzar el manto. Este objetivo no fructificó, al cancelarse la operación nueve años después, dado su enorme coste financiero.

El sondeo mecánico más profundo llevado a cabo consiguió descender 12.262 metros en 1989 ―tras 19 años de trabajos― asimismo con el empeño de captar muestras del manto. Estuvo situado en la península de Kola (noroeste de Rusia), cerca de Noruega y Finlandia; un lugar del Círculo Polar Ártico elegido por encontrarse la discontinuidad de Mohorovicic ―que separa la corteza del manto― relativamente cercana a la superficie. El intento de rebasar la base de la corteza (el Moho), quedó lejos de cumplirse, ya que se abortó cuando solo se había efectuado la tercera parte del propósito previsto. Por su parte, China pretende liderar la carrera por perforar la corteza y la necesidad de ampliar el discernimiento científico de la Tierra; en este sentido una compañía petrolera comenzó a realizar a finales de mayo pasado un pozo de 11.100 metros en la región de Xinjiang –una zona petrolífera consagrada– que será el segundo más profundo del mundo tras el de Kola.

Para acceder al manto hay pues que atravesar la capa externa terráquea (la corteza que pisamos), con un espesor variable entre 70 km en algunos cinturones montañosos, como El Himalaya y Los Andes, y 3 km en las profundidades oceánicas. Parece evidente que en esta aventura cobra suma importancia escoger el sitio idóneo; obviamente es el entorno de determinadas cuencas marinas, a pesar de la incomodidad de la gruesa lámina de agua, el que goza de especial preferencia.

El buque científico JOIDES Resolution (todo un clásico, con un cartel prolífico de haber ejecutado miles de sondeos desde 1985) llevó a cabo entre el 12 de abril y el 12 de junio de este año, dentro del IODP ("International Ocean Discovery Program"), una prospección que llegó a extraer testigos (cilindros rocosos obtenidos en una perforación) de las rocas del manto. Ubicado en la vertical del macizo de Atlantis, muy próximo a las islas Azores y al oriente de la dorsal Mersoatlántica, eligió un área geológica considerada propicia para investigar en los abismos submarinos. La noticia de este exitoso resultado no pasó desapercibida, haciéndose eco del mismo los principales medios de difusión científica, entre otros, Washington Post, Science y Nature, calificando el hallazgo evento como un gran triunfo geológico.

El macizo de Atlantis alberga un campo hidrotermal conocido como Ciudad Perdida ("Lost City"), famoso por su pluma de manto ascendente que genera un flujo térmico elevado rico en fluidos alcalinos enriquecidos en hidrógeno y metano; el hidrógeno se forma por una reacción química entre el agua del mar y las litologías procedentes del manto. Constituye una poderosa fuente de energía, pudiendo representar estos sistemas en ambiente donde ocurrieron las acciones prebióticas, o sea la cuna del desarrollo temprano de la vida.

Es relevante destacar que, en este ámbito geológico, dado que los constituyentes mantélicos son empujadas hacia la superficie al estar situadas en una zona distensiva de separación de placas tectónicas, resulta bastante probable encontrarlos adyacentes al fondo marino. De hecho, al poco de comenzar el JOIDES ―que ahondó 1.267,8 m― se cortaron testigos de peridotitas (rocas plutónicas con abundancia de olivino, las mayoritarias del manto superior), con la típica coloración oscura entre gris y verde, conteniendo igualmente minerales silicatados del grupo del amianto o asbesto. A pesar de que esperaba acceder a las rocas de esta franja terráquea con una relativa facilidad, la realidad superó con creces las expectativas.

Como se relata en la revista Science, el equipo científico compuesto por geólogos y biogeoquímicos no tenía como finalidad primigenia obtener petrologías mantélicas (un sueño para el mundo de la Geología), sino percatarse de en qué condiciones surgió la vida hace millones de años. Ahora el debate es si las rocas extraídas (todo un récord, que logró sacar del orden de un kilómetro de testigo continuo, una recuperación inusual) son representativas del manto per se o si han sido alteradas por su contacto con el agua del mar. No obstante, después de 66 años de intentos se pudo sacar por fin el anhelado material no obtenido hasta ahora, aprovechando una zona marina del Atlántico Norte muy favorable y fácil de traspasar. Este evento es fundamental para comprender los procesos geológicos que se desarrollan bajo la corteza terrestre y se confía pueda responder a interrogantes tales como flujos del magma, calor del manto, sismicidad y otra variada temática conexa. Conviene tener presente el proverbio según el cual "el uso de la ciencia no es conquistar la naturaleza, sino vivir en ella".

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