Con sabor a guindas
Cuando la vida carece de valores
Me cuentan que aquella educada mujer, ejemplo de muchas otras, de avanzada edad y humilde en su vivir, nunca quiso molestar a pesar de sus necesidades y solicitar ayuda. Pero ante sus problemas y escasos medios decidió, entre lágrimas, hacerlo en ese oficial lugar donde podía encontrarla. Pero no fue escuchada, y recibió una respuesta cruel y dura: "aquí no gestionamos sentimientos".
Nada descubro si comento que en este momento se están perdiendo muchos valores tan necesarios en nuestro diario vivir. Es decir, tanto en el ámbito público como en el privado, sin pensar en la ayuda a los demás. Veremos si con el tiempo, aunque no es fácil, buscamos algo más alentador que una a la humanidad y anime a compartir nuestras necesidades.
Les confieso que hace unos días me he parado a pensar en la importancia que tiene saber gestionar esos escondidos sentimientos, dándole ausencia a las sombras y buscando siempre la luz que iluminar pudiera nuestras ideas como gestores del bien. Quizás esta costumbre actual sea consecuencia de las secuelas dejadas por el largo encierro de un confinamiento que acabó dañando nuestros sentimientos.
No quisiera defraudar con mis palabras y hago votos para que se vuelva al pasado; y desde ese yo personal que hoy nos ocupa abrir una futura puerta de esperanza en favor de los demás. Creo que en el momento actual nos cuesta encontrar algo que nos encandile en el entorno en el que nos movemos, pues conocido es que el destino aúna fuerzas y debilidades que sembradas en la parcela de nuestras vidas no acertamos a cultivar en consonancia; y perdamos así esa necesaria cosecha para que pueda ser compartida para el bien de la sociedad.
No debemos nunca tener miedo al error en el camino de buscar siempre algo más alentador. Y aunque la vida se vuelva difícil y complicada, a veces incluso ingrata, estamos en la necesidad de aliviar, con necesidad y esperanza, incluso con intenso amor, todas las penalidades que sobrevengan en el camino que conduce a la felicidad.
Sería necesario encontrar esa receta que cure nuestras heridas. Quiero pensar que pasado el confinamiento hemos preferido gozar de un extraño y cuestionable modelo libertad que se apartó de esa fe que en el pasado teníamos. Así las cosas, puede que lo que ocurre ahora sea la resaca de ese encierro inesperado que aún nos tiene sumidos en un dolor por las ausencias, cargado de emociones y recuerdos.
Ocurrió entonces, en esa soledad impuesta, que acudieron a nuestras mentes alegrías, tristezas, amores, desencantos, oscuros y nobles pensamientos, con algún encuentro de oración y rezo.
Pasa el tiempo y debemos de mejorar nuestro diálogo con los demás, ya que estamos ante eso que llamar pudiéramos crisis de comodidad, que supone no pensar en los demás, fiel realidad del momento que vivimos. Mi pregunta es ¿por qué no se nos escucha a los mayores cuando ofrecemos justas reflexiones que deberían ser compartidas con afecto?
Tengamos pues confianza para que la vida, en el futuro, sea un remanso de entendimiento respetuoso y sincero desde cada amanecer de cada nuevo día. Borremos ese "no" de la pancarta para que diga: "Sí gestionamos sentimientos".
En esa confianza les dejo y que así sea para el bien de todos.
Un abrazo.
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