Días de siembra

La más grande operación promocional en favor de la región fue ideada por el periodista Graciano García

Carlos Fernández

En Oviedo hay dos meses al año reguapos, vía pasarlo bien: setiembre y octubre. En el primero, San Mateo, los mojitos, el teatro, el Día de América, el bollu preñáu, los fuegos... Y en el segundo, los Premios Princesa de Asturias, con figuras mundiales del saber y del arte deambulando por ahí como si tal cosa. Las fiestas de San Mateo, como saben, están muy bien simplemente con que el Alcalde sea de la cuerda de uno, o muy mal si es de la contraria. Esto es tan fijo y certero como las leyes de la termodinámica. Y con los Premios Princesa pasa menos, pero parecido: si eres monárquico están genial; si eres republicano están fatal. Una forma como otra cualquiera de mezclar churras con merinas y de no enterarse de qué va la cosa.

A ver, el fregao de los Premios fue obra de Graciano García, un paisano grandón, paridor de acciones de pegada, todas ellas con el objeto de reforzar y dar sonoridad a nuestra tierra. No sé como es como persona, si es legal o hay que echa-y de comer aparte, ni me interesa, pero como asturiano mete miedo: "Por sus obras lo conoceréis", dijo no sé quien. Listu ye bastante, eso se ve. Él sabía que a los grandes empresarios les atrae el poder más que a un tonto una tiza. Y movió hilos. Lió al Jefe del Estado –de aquella Juan Carlos, sí el del "Bribón"–, y todo lo demás estuvo cantado: los grandes empresarios y otras gentes de mal vivir, con tal de cenar con el Rey en el Reconquista, hacer el regalazo a la muyer llevándola a pisar moqueta en el Campoamor, y sobre todo "estar en la pomada", pondrían la mayor parte de la pasta.

Y con ese dinero se traerían a grandes celebridades del mundo. Y sobre todo a las teles, eso lo principal. Y con la disculpa de premiar a esa gente por tonterías como haber descubierto que el gentío microscópico que vive en nuestra tripa –más que en "Les Carroces"– influye de forma capital en nuestra salud, o que si pensamos un poco cuesta más trabajo que nos engañen como nos engañan, y cosucas así, en el mundo sabrían que había una tierra remota donde nacían los gaiteros y los osos, con la mar pegada a las montañas, a la que habían hecho Principado hacía seiscientos años para darlo como dote en la boda de un tal Enrique, burgalés, con Catalina, que era inglesa. Una tierra muy guapa, pacífica, con sidra y buenes fabes.

Ese fue el objetivo de Graciano, otro plan para difundir Asturias a lo grande, y lo logró. Y gracias a ello, cada octubre, aquí se desarrolla la mayor acción de publicidad jamas pensada. Pero sobre todo está la siembra, y somos tan grandones que usamos de huerta todo el planeta: cada persona o institución premiada, sea de donde sea, llevará consigo el germen de esta pequeña Asturias inmensa. De eso va.

En cuanto al lío por la modalidad de Jefatura del Estado, pensemos, como nos dice un tal Ordine en sus libros. De haber República, no nos engañemos: en la práctica todo sería igual, salvo que en lugar de Felipe, Letizia y la Princesa, bajarían del mercedes azul –que tendría en la matrícula unas almenas en lugar de una coronina– el que habla catalán en la intimidad, y la muyer, o el del chalet en Galapagar y la muyer, o el zorro plateado y la muyer. Yo, si no les parece mal, casi prefiero que "De entrada, no". Después ya veremos. En realidad, el buen funcionamiento de un país no está en el tipo de Jefatura del Estado, más simbólica que otra cosa, sino en unas leyes justas y un sistema judicial absolutamente independiente que las aplique con rectitud y unos graninos de piedad. Es muy fácil.

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