Sigamos buscando ideas ganadoras para Asturias

La región va a contar en unos días con una herramienta extraordinaria, la Variante, para reorientarse y pasar a la acción, para destacar en ambiciones y despertar de los malos sueños

Última jornada de La Asturias que Funciona en el Aula Magna de la Facultad de Economía y Empresa.

Última jornada de La Asturias que Funciona en el Aula Magna de la Facultad de Economía y Empresa. / Miki López

Editorial

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Aquello que contribuya a que Asturias despegue debería constituir una prioridad absoluta. Por eso LA NUEVA ESPAÑA promueve encuentros como «La Asturias que funciona», recién clausurado, o semanas dedicadas a la innovación y la ciencia. Hoy todas las regiones pelean por atraer capital y talento. Quien no cuente con un sistema que favorezca la economía lleva las de perder. Al atractivo de la comunidad para residir por su alta calidad de vida y su generoso estado de bienestar le falta un añadido para completar el relato ilusionante: el de convertirse en paraíso para invertir.

Una década ofrece perspectiva suficiente para extraer conclusiones desligadas de lo efímero. Diez años cumple "La Asturias que funciona", las jornadas que inició LA NUEVA ESPAÑA en colaboración con la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad de Oviedo para transmitir una visión en positivo de la actividad que se desarrolla en la región, divulgar historias de éxito y estimular el nacimiento de vocaciones emprendedoras. Los encuentros cumplen su propósito. Muestran que en este Principado existen bastantes empresarios que saben hacer bien las cosas. La prosperidad depende de sumar a este grupo cuantos más, mejor.

El escepticismo crítico y el pesimismo exacerbado son la herencia de una dura reconversión en la que miles de empleos quedaron por el camino. Siempre resulta estimulante para una colectividad contemplar cómo desde su propio seno emergen individuos capaces de aportar algo que la engrandece.

La atonía de Asturias, que muchas veces se traduce en la sensación de navegar una crisis permanente, otorga a la figura del empresario un atractivo especial en cuanto creador de riqueza. Sin compañías rentables no hay empleo, ni renta que repartir, y se atasca el ascensor social. Los nuevos emprendedores dispuestos a arriesgar no surgen de la subvención y la tutela –ya se ha visto en el pasado–, sino de un entorno amable que facilita su expansión. En ese hábitat solo cabe defender la libertad real de oportunidades y la competencia en igualdad. Mediante realidades tangibles, no con discursos bonitos.

Penalizando con múltiples trabas, fiscales o administrativas, casi siempre las mismas, a quien toma la iniciativa y anhela triunfar, la comunidad tendrá complicado destacar como emplazamiento para las grandes corporaciones o las pequeñas sociedades familiares. Este debate no puede ser un adorno en la política regional. Es parte consustancial de cualquier estrategia que aspire a promover el crecimiento y fortalecer el dinamismo.

Las demás regiones corren. Cada autonomía –y hasta el resto de países en la globalidad de un mundo sin fronteras– pugna por lo mismo. Tiene, por supuesto, que primar un adecuado equilibrio entre la implantación de industrias y las exigencias ambientales, entre la obtención de beneficios y la confiscación fiscal, entre las rigideces laborales y la flexibilidad para adaptarse a los cambios. Pero cada barrera planteada aquí a los inversores desde la ideología y no desde la inteligencia otorga una baza gratuita a territorios rivales para arrebatar proyectos y captar grandes patrimonios.

El cambio regional más relevante desde que en 2013 iniciara su andadura "La Asturias que funciona" va a producirse en 31 días: la apertura de la Variante. Dos túneles directos al futuro. La región contará entonces con una herramienta extraordinaria, como ninguna otra antes, para reorientarse y pasar a la acción. Para destacar en ambiciones y despertar de los malos sueños. Aunque después de reiterados incumplimientos y una eterna espera a los ciudadanos les cueste creerlo, el 29 de noviembre de 2023, cuando las vías abran al tráfico comercial, merece remarcarse con letras doradas. Esta odisea de la ingeniería para derrotar a un gigante, la Cordillera, representa el fin de la incomunicación, el trauma que determinó el devenir de los asturianos. Por carretera o por tren, la orografía deja de condicionar sus vidas.

Importa poco que haya que esperar todavía unos meses por la llegada del material rodante óptimo, que las frecuencias de momento no aumenten o que los trenes circulen a 200 kilómetros por hora en vez de a 300. Tocará ajustar eso después, presionando y gestionando para lograr un servicio de excelencia adaptado a las necesidades que desde aquí se demanden. Pero queda por fin expedita la vía y vencida la montaña, con un siglo por delante –lo mismo que duró la vieja rampa de Pajares– para exprimir al máximo su rendimiento.

Por eso ahora, a un paso de traspasar el umbral hacia otra dimensión, necesitamos que fluyan en abundancia las ideas ganadoras. Entramos en la fase decisiva para desplegar o bloquear el potencial de Asturias. De los asturianos depende.