Qué cara tiene el Rey

La reacción de Felipe VI ante el nuevo gobierno

José María Ruilópez

José María Ruilópez

Me refiero, claro, a la expresión de ceño fruncido que mostró el Jefe del Estado ante la promesa de Pedro Sánchez sobre la Constitución en el palacio de la Zarzuela. Creo que desde el 23F de 1981, siendo entonces rey Juan Carlos, que salió en la televisión con cara de espanto a defender la Constitución ante los golpistas encabezados por Tejero, nunca se había visto una expresión del Jefe del Estado, en este caso del Rey Felipe VI, con tal seriedad, que es el reflejo patente de la realidad de España en este momento.

Desde el pasado 23 de julio en que se celebraron las elecciones generales, y en las que Pedro Sánchez consiguió menos diputados que el candidato del Partido Popular, Núñez Feijoo, el actual presidente por la gracia de su empeño y zafiedad obsesiva, ha llevado a cabo una serie de manipulaciones legislativas, de influencias, de perdones con una amnistía a la que se han opuesto todos los grupos sociales de relieve, abogados, jueces, empresarios, procuradores y todo un largo etcétera de instituciones además de miles de personas en las calles con manifestaciones que no se veían desde que la ETA hacía lo que todos ya sabemos. Hasta cincuenta y seis militares de alta graduación retirados han pedido en un escrito la destitución de Sánchez. No son ruidos de sables, pero se le parecen. Nunca tantos insultaron tanto a un solo individuo.

El que la bancada socialista aplaudiera al presidente Sánchez cuando ganó la votación hace unos días quiere decir que los miembros del PSOE son fieles a sus siglas, y estoy seguro de que muchos lo hicieron muy a su pesar, pero como muy bien dijo el catedrático de Filología Latina de la Universidad de Oviedo, Pedro Manuel Suárez-Martínez, en el diario gijonés: "hay que diferenciar el viri fortissimi del viri servilissimi", el "fortissimi", es decir, el fuerte, el que se mantiene en sus convicciones por encima de todo, el que renuncia incluso a los privilegios como hicieron Nicolás Redondo, Alfonso Guerra y el mismo Felipe González. Luego está el "servilissimi", aquel que aplaude desde el miedo, desde la pérdida del escaño, ante la duda de ser excluido de entre los palmeros del jefe. Como la sonrisa falaz del indocumentado Patxi López, de profesión político, que hizo un par de cursos de escuadra y cartabón y luego a sacar el carnet del partido y a convertirse por tierra mar y aire en "viri servilissimi", lo que en el argot popular se diría chico de los recados.

Hace unos días, la periodista Mariló Montero, con una solidez extraordinaria como profesional y como persona, dijo a Jenaro Castro en el programa que dirige en la TVE2 "Plano General", que Pedro Sánchez era un "mentiroso". Estas últimas semanas esta adjetivación ha sido la que han coreado miles de ciudadanos en casi todas las capitales de España, después de ver cómo compraba 7 votos al prófugo, condenado y huido de la justicia por promover un referéndum para la independencia de Cataluña en 2017, el catalán Carles Puigdemont, por el precio de 15.000 millones de euros, que tendremos que pagar entre el resto de los españoles por medio de una amnistía que perdonará los delitos de varios cientos de personas condenadas por la justicia en su momento. Con la osadía de ofrecer al Parlamento Europeo que la lengua catalana sea oficial en dicho parlamento, mostrándose dispuesto a pagar él los gastos que eso conlleva, es decir, usted y yo.

Desde la llegada de la democracia, España nunca estuvo en una encrucijada política de este calibre. Todo por la obsesión enfermiza de un político empeñado a toda costa y a todo costo en seguir en la presidencia del gobierno.

En l978 el catedrático de psiquiatría Juan Antonio Vallejo-Nájera publicó el libro "Locos egregios", analizando la personalidad de varios individuos relevantes de la historia. En ese libro hablaba de "cómo la estructura psicológica de un personaje del pasado puede deformarse por la acumulación de falsedades repetidas a lo largo del tiempo. Deformación que puede llegar hasta el punto de convertirlo en una figura que no guarda la menor semejanza con el ser real". ¿Les suena? El que nos ocupa es un ser del presente, tanto que acaba de ser nombrado presidente del gobierno de España. De su España, como cuando dijo: "hablo en nombre de España". Hay otras frases célebres parecidas. "El estado soy yo", dicen que dijo el rey Luis XIV de Francia. Solo le faltaba a Sánchez decir España soy yo.

Si hubiera que hacer historia futura y adjetivar al Rey Felipe VI, como era habitual en los monarcas pasados, como Felipe I "el hermoso", Carlos II "el hechizado", José I "el intruso", habría que llamarlo Felipe VI "el sombrío" o el "serio". Algo, obviamente falso e inapropiado, pues, no una, sino cientos de veces Felipe VI ha demostrado su talante alegre, cercano, diplomático, servicial y honrado. Esa seriedad reciente demuestra la gravedad del momento, en el que un loco, nada egregio, se ha empeñado en reventar la convivencia nacional.

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