Trabajador incansable, extraordinario docente

Otín suma a su talento científico el hecho de ser persona buena e íntegra

Fernando Gascón García-Ochoa

Tuve el honor de poder seguir la espectacular progresión del profesor Carlos López-Otín desde su incorporación al departamento de Bioquímica de la Universidad de Oviedo en 1987. Carlos es un excelente investigador de nivel mundial, extraordinario docente y excelente persona. Le deseo mucha suerte y todo lo mejor en esta nueva etapa.

El director del departamento de Bioquímica era, entonces, el profesor Santiago Gascón Muñoz, mi padre. Carlos llegó a un departamento que ya contaba con investigadores excelentes y trabajó de forma incansable durante décadas lo que le ha llevado, junto a su intelecto, a destacar entre todos ellos de forma continuada en el tiempo. Ahí están sus publicaciones, el "índice h" y un potente grupo de investigación.

Mi padre fue diagnosticado de ELA en 1995, cuando era Rector, y falleció dos años más tarde. Carlos estuvo apoyando a mi padre en su etapa final y la familia Gascón García-Ochoa siempre estará agradecida por ello. Otro nexo con Carlos y Gloria era Salinas. Siempre fue y sigue siendo el mismo trato, antes y después de que falleciera mi padre.

Estos días Carlos está recibiendo muchas muestras de apoyo y cariño de colectivos muy variados. Sin embargo, no todo ha sido un camino de rosas para una persona buena e integra.

A principios de 2019, la prensa empezó a publicar artículos que informaban sobre errores, subsanables o no, en un porcentaje ínfimo del total de publicaciones con Carlos como coautor, la muerte de los ratones del bioterio y alegaciones sobre una campaña de acoso intenso reciente y acoso de baja intensidad desde hace más tiempo que terminó por afectar seriamente al estado anímico de Carlos.

"Todo el mundo es inocente hasta que se demuestre lo contrario" es una máxima que intenta evitar que alguien sea condenado injustamente. La carga de la prueba está en la acusación. Creo que vivimos en un mundo en el que se aplica, a menudo, la paradoja del gato de Schrödinger, que está vivo y muerto a la vez, mientras no se abra la caja. A unos les conviene que el gato esté vivo y, a otros, muerto y todos tienen razón.

Finalizo con la paradoja del Gatopardo de Lampedusa: "Resulta necesario cambiarlo todo para que nada cambie".

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