Sólo será un minuto

No sé de qué me hablas

Tino Pertierra

Tino Pertierra

La ignorancia es, a veces, muy saludable y elocuente. Sólo sé que no sé nadar y guardar la ropa cuando se trata de mostrar conocimientos en determinadas áreas que prefiero no pisar a riesgo de que me piten una falta máxima los árbitros de pito rápido e intransigente. Por ejemplo, me pierdo sin remedio cuando escucho retransmisiones futboleras de locutores que se ponen exquisitos. No sé distinguir entre un stopper y un carrilero, me cuesta poner en valor a quien lleva la manija del equipo y las cejas gemelas se me suben cuando alguien apunta que fulanito de tal filtra pases interiores para habilitar espacios. O al revés, no sé muy bien. Reconozco que no pongo mucho interés en mejorar mi cultura pelotera y ligo mal con esa competición de colores acalorados.

Tampoco podría hablar más de treinta segundos de asuntos tales como el famoseo rosáceo, y más desde que cualquier personajillo de perfil parásito puede aspirar a tener sus minutos de gloria salarial en cualquier plató de venganza bien caliente. Y no te digo ya la cara de inculto total que me queda cuando me hablan de operaciones win-win, team players, capital semilla, mentoring, on the same page, back burner o –esta es chula– blue-sky thinking.

Reconozco que no pongo mucho interés en mejorar mi cultura pelotera y ligo mal con la competición de colores acalorados

Podría seguir enumerando territorios hostiles para mis entendederas pero qué necesidad hay. No es cuestión de ponerse a estas alturas a descifrar lo que dicen algunas ¿canciones? regatoneras para saber qué significa frontear, titerito o fulletiao de yoldan. Y cangri o bellaquear, si te pones así.

En fin: dime lo que ignoras y te diré quién eres. O lo que no quieres ser.

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