Opinión | Sol y sombra

Profecía electoral de Puigdemont

Carles Puigdemont ha dicho que dejará la política activa si no logra ser investido presidente de la Generalitat tras las elecciones del próximo 12 de mayo. Predecir el futuro inmediato del prófugo independentista, candidato de Junts, resulta complicado incluso para él mismo. No ayuda a despejar sus incógnitas una ley de amnistía que se demora y cuya viabilidad depende de otros factores. Desconocemos, asimismo, qué significa exactamente "política activa" para Puigdemont. Ha recalcado, creo recordar, algo de un futuro papel institucional. Simplemente parece un hombre que tiene menos certezas consigo de las que aparenta y que ha lanzado una especie de profecía íntima sobre sí mismo en la precampaña electoral, un tiempo proclive a las frases para el olvido y los brindis al sol. Una de las primeras incertidumbres que maneja es si puede salir investido de las urnas y los pactos, de ahí el órdago de anteponer con su hipotética renuncia la figura retórica del eterno "president exiliat", perseguido por la justicia, a la del simple opositor. Ni siquiera se ha ocupado, en las actuales circunstancias, de disfrazar de interés general el interés particular, que decía Edmond Thiaudière para definir la política como un arte.

¿Un arte? Si alguna vez lo fue, la política hace ya tiempo que dejó de serlo convertida en un cajón de frases categóricas o simplemente rotundas pronunciadas por políticos cuyo compromiso con el colectivo jamás alcanza la ambición personal y el cortoplacismo. Con un cinismo ajeno al tradicional sentido del humor que acompañaba el acto más impúdico. Aquello de Churchill del político que debe ser capaz de predecir lo que va a pasar mañana, el mes próximo y el año que viene, y de explicar después por qué no ha ocurrido.

Puigdemont ha asegurado que abandonará la política activa si no se sale con la suya, esperen sentados y olvídense por ahora de aplaudir con las orejas.

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