Opinión | Asturias y los asturianos

La gran Pondal

La brillante carrera artística de la "Sofía Loren asturiana"

Mary Paz Pondal, delante del teatro Filarmónica de Oviedo.

Mary Paz Pondal, delante del teatro Filarmónica de Oviedo. / Luisma Murias

Como en las mágicas boticas de Cunqueiro, hay bufetes que acogen en ocasiones tertulias prodigiosas, en las que historias y personajes dispares se dan la mano. Ese contraste entre imaginación artística y realidad jurídica depara encuentros imborrables, que actúan como verdaderos vasos comunicantes: el interlocutor legal se enriquece con el talento del genio, mientras este se empapa de la crudeza y aridez del lenguaje normativo. No hay momento más grato que aquel en el que departes sin reloj sobre lo divino y humano con quien se dedica a menesteres completamente diferentes al tuyo.

Un asunto de arrendamientos me permitió trabar amistad con una personalidad única. Cada vez que le digo que es la "Sofía Loren asturiana" me responde sonriendo que ni hablar, que ella es –y a mucha honra– la "Mary Paz Pondal asturiana". También podría llamarla nuestra Jessica Lange, que tantas temporadas se pasó en Colunga. Mary Paz adoptó como apellido profesional el de un insigne pariente, gloria de las letras gallegas, autor nada menos que de las primeras estrofas del himno de la cuna de Rosalía. Y es lógico que así fuera, porque la Pondal ha vivido pegada a los libros desde bien chiquilla, cuando llenaba las vitrinas de su casa con premios por recitar a los clásicos a lo largo y ancho del Principado.

En aquellos inicios ligados a la interpretación tuvo bastante que ver Albina, que aspiraba a ser madre de artista y lo logró. Viajó a Madrid con su cría para abrirle las puertas de la fama, algo que tuvo la satisfacción de comprobar en vida. Sus condiciones innatas para el espectáculo llevaron a Mary Paz a participar en infinidad de películas, con Buñuel, Forqué o Garci, alguna galardonada con el Oso de Oro berlinés. Actuó junto a estrellas consagradas, de las que recuerda con cariño cientos de anécdotas. En televisión o en teatro dio aliento a multitud de personajes, desde Melibea a cualquier contemporánea que exigiera el guion. Sus últimos años sobre las tablas los ha dedicado en cuerpo y alma a declamar a gigantes de la literatura como Lorca, Antonio Machado o Miguel Hernández.

Pudiendo haber explotado su físico en tiempos propicios para ello, Pondal prefirió ser valorada solo por su prodigiosa vis dramática o cómica. No hacerlo así casaba regular con un temperamento unido a la cultura con mayúsculas, algo por lo que optarían las mejores, como la Espert, una de sus actrices más admiradas.

No hay chosco o madreña de oro que no haya recibido con emoción de sus paisanos, porque Mary Paz es ante todo una asturiana de los pies a la cabeza. Y hasta en su solar madrileño le han puesto su nombre a un parque público. Pero aquí le debemos aún el mayor reconocimiento institucional, por una carrera tan brillante sobre los escenarios y por llevar siempre el nombre del Principado por donde quiera que vaya. La fía de Albina merece al fin ser profeta en su tierra, por demostrar con su sobresaliente trayectoria que no existen obstáculos insalvables para quien aspira a un objetivo noble y lo persigue con tesón y pasión.

La gran Pondal, aquella inquieta chavalina de la ovetense calle de san Antonio que jugaba en la plaza de la catedral y en su madurez arrancó aplausos por media España, Europa o América, nada consiguió sin esfuerzo, contra viento y marea. Su éxito grabado en el mármol de los ilustres es, sin duda, el de los que la apreciamos, que somos legión. Y el de Asturias entera, de la que es patrimonio inmaterial.

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