Opinión

Encarnita

En el adiós a la directora de la Oficina de las Causas de los Santos

Ha fallecido Encarnación González Rodríguez. Encarnita para todos los que tuvimos la oportunidad de conocerla y de trabajar con ella. La hemos recordado el pasado viernes, fiesta del Maestro Juan de Ávila, santo patrono del clero secular español, porque la tenacidad de Encarnita, su firme convicción de que el santo de Almodóvar del Campo debía, con toda justicia, ser declarado doctor de la Iglesia; su formación como historiadora, sus conocimientos sobre los procesos de canonización, sus contactos en Roma y su diligencia en elaborar la "positio" que se precisaba para que Benedicto XVI proclamara doctor de la Iglesia a san Juan de Ávila hicieron que el deseo del clero español, el de ver elevado a ese gran Maestro de santos a tan alta dignidad magisterial, se hiciera realidad en octubre de 2012.

Puedo dar personalmente testimonio de lo mucho que hizo Encarnita para que la causa del doctorado avilista llegase, por un camino nada fácil de transitar y con dificultades a primera vista insuperables, a su fin. Soy testigo igualmente de los trabajos de esta burgalesa infatigable en la Oficina de las Causas de los Santos de la Conferencia Episcopal Española, creada en 2001 para ayudar a las partes actoras y a las diócesis en los procesos de beatificación de mártires del siglo XX en España.

Bajo la coordinación de los secretarios generales de la Conferencia Episcopal Española, monseñor Juan José Asenjo Pelegrina, primero, y monseñor Juan Antonio Martínez Camino, después, Encarnita, nombrada directora de la oficina, hizo acopio de nombres, datos, retratos y testimonios de obispos, sacerdotes, religiosos y seglares asesinados por odio a la fe en los años anteriores a la Guerra Civil y durante ésta en nuestro país, publicados en una serie, editada por la Conferencia Episcopal Española, que lleva por título "¿Quiénes son y de dónde vienen?".

Encarnita, que pertenecía a la Institución Teresiana, trabajó lo suyo también para que su venerado Pedro Poveda, canónigo de Covadonga y mártir, fuese canonizado. El sueño se hizo realidad el 4 de mayo de 2003 en la madrileña plaza de Colón, cuando Juan Pablo II lo declaró inscrito en el catálogo de los santos, junto con José María Rubio, Ángela de la Cruz, Genoveva Torres y Maravillas de Jesús, ante un millón de personas. Siempre que paso cerca de Los Negrales, en la carretera hacia Madrid, me vienen a la memoria las cosas que Encarnita me contó allí del padre Poveda, cuya biografía, firmada por ella, fue publicada en una de las colecciones de la BAC.

También escribió la de la Venerable Josefa Segovia, primera directora general de la Institución Teresiana, cuyas virtudes, vividas en grado heroico, fueron reconocidas por Benedicto XVI. Y la de la beata María Victoria Díez y Bustos de Molina, mártir. Y la de Elisa Giambelluca. Y la de Isabel del Castillo Arista. Y la de Carmen Cuesta del Muro. Todas ellas realizaron una labor educativa extraordinaria.

Hemos de esperar que Encarnita esté cantando ahora las alabanzas eternas ante el trono de Cristo, el Cordero degollado del Apocalipsis, con cuya sangre blanquearon sus mantos los mártires y los confesores de la fe, amigos todos ellos de esta hija espiritual de Pedro Poveda, nacida en Villaveta (Burgos) y llamada por Dios a comparecer en su presencia, tras una larga enfermedad, en Pamplona, en vísperas de la solemnidad de la encarnación de Jesucristo, que asumió nuestra humana naturaleza, llegada la plenitud de los tiempos, en las entrañas purísimas de la Virgen María.

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