Opinión

La soberanía nacional se llama Begoña

Los réditos que el PSOE pretende obtener de la incontinencia verbal de Milei

La esposa de Pedro Sánchez, Begoña Gómez

La esposa de Pedro Sánchez, Begoña Gómez / LNE

En otro arrebato de exacerbado romanticismo, Pedro Sánchez ha convertido a su mujer en asunto de Estado. Ha bastado un exceso de incontinencia del boquirroto presidente argentino, ese personaje de opereta que se canta a sí mismo, -tan incontinente como ese señor de Valladolid de hábitos locuaces que inició esta innecesaria crisis entre países hermanos- para que el sanchismo considere un ataque a la soberanía española la alusión de Milei, sin citarla, a Begoña Gómez.

Se antoja respuesta desmedida llamar a consultas “sine die” a la embajadora de España en Buenos Aires, dejando a la legación sin cabeza visible. Bastaba con elevar una queja por los cauces habituales y en todo caso pedir retracto público al lenguaraz histriónico por su barrabasada en el reciente mitin de Vox. Si bien convendría haber empezado porque el ministro de marras pidiera disculpas a Milei antes, por insinuar, con luz y taquígrafos, su supuesta afición a ciertas sustancias.

Vox es la gasolina de Sánchez para prender fuego a las expectativas del PP, que no logra zafarse de ciertos sambenitos que sus errores graves de estrategia política han provocado. Le viene bien al PSOE la apelación permanente al hombre del saco, de la que sigue obteniendo réditos electorales; mas nadie olvide que en este país no existía extrema derecha hasta que apareció Podemos, se radicalizó el independentismo catalán y el sanchismo renegó de la socialdemocracia para instalarse de manera interesada en un proyecto radical que alentó el separatismo. O sea que también Sánchez es la gasolina de Vox.

Dicho lo cual, no resulta alentador para la serenidad de las buenas almas que Abascal convoque en Madrid a la flor y nata de la ultraderecha internacional, a lo mejor de cada casa de la diestra más siniestra, para prestarle altavoz a personajes que tienen poco de demócratas. Dime con quién andas...

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