Ribadesella,

Bárbara MORÁN

«Nunca imaginamos que en aquella aventura encontraríamos algo de tanto valor». Ribadesella viajó ayer cuarenta años atrás de la mano de unos de los protagonistas indiscutibles de la historia del concejo, los descubridores de las pinturas rupestres de la cueva de Tito Bustillo, quienes recordaron su hazaña para el público asistente al aniversario.

A pesar de que han pasado cuarenta años y de que faltan dos en el grupo -Tito Bustillo, que falleció 15 días después del descubrimiento, con 18 años, y Fernando López Marcos, quien fue jefe de maquetación de LA NUEVA ESPAÑA-, el resto de los protagonistas del descubrimiento se reunió con ánimo de celebrar el aniversario. Jesús Fernández Malvárez, Adolfo Inda, Elías Ramos, Eloísa Fernández Bustillo, Pía Posada, Amparo Izquierdo y Ruperto Álvarez lograron que el nombre de Ribadesella diera la vuelta al mundo, ya que gracias a ellos el concejo ocupa un lugar importantes en el mapa arqueológico europeo.

Era un soleado día 12 de abril de 1968 cuando los diez jovencísimos aficionados a la espeleología del grupo de montaña Torreblanca se adentraron en la cueva, conocida en Ribadesella como el Pozu'l Ramu. Lo último que aquel grupo de amigos esperaba era encontrar el tesoro que durante miles de años había permanecido oculto en el corazón del macizo de Ardines. Todo había empezado unos días antes, el 19 de marzo. En esa jornada, tras descender por el Pozu'l Ramu y ver la magnitud de la caverna, decidieron posponer la entrada y repetir la visita en Semana Santa, al no tener el equipo necesario para adentrarse por sus galerías.

Por aquellos años, como recordaron ayer, los jóvenes tenían formas muy distintas de disfrutar de su tiempo libre. En los días en los que no había clases, la mayoría programaba excursiones en busca de vivir una historia increíble con la que luego sorprender o simplemente disfrutar.

Con unos cuantos años más, pero con la misma complicidad y alegría que les caracterizaba en aquellos tiempos en los que vivieron inolvidables experiencias, los siete aventureros recordaron su proeza. «Desde el primer momento sentimos que aquel lugar quería mostrarnos algo. Todos tuvimos la misma sensación: a pesar de no haber visto aún las pinturas, lo que teníamos ante nuestros ojos era increíble», señaló Eloísa Fernández Bustillo, hermana de Tito.

Durante el descenso a la gruta, pararon a comer. El riosellano Adolfo Inda se alejó del grupo un momento. «Recuerdo que me metí por una galería para ir a orinar y, de repente, al levantar la cabeza, la luz del casco iluminó unas pinturas, y grité: "Aquí hay dibujos!". Y todos corrieron a verlos. Era el camarín de las vulvas», relató Inda. Después el grupo decidió dividirse y buscar más pinturas. Desconocían su gran valor -Tito Bustillo es una de las cinco «catedrales» del arte rupestre-, pero estaban motivados por saber si había algo más. «Después encontramos el resto de dibujos. Fernando Marcos tocó el ahora famoso dibujo del caballo para ver si era una pintura reciente. Por suerte, no se estropeó, todo ocurrió muy deprisa y estábamos extasiados y confundidos», relató Jesús Malvárez.

Tras salir de la cueva, se acercaron a Ribadesella, hambrientos y pensando qué hacer y a quién contar que habían encontrado unas pinturas. «Lo primero que hicimos fue hablar con Ruperto Caravia, padre de un compañero. Nos aconsejó llamar a LA NUEVA ESPAÑA porque no localizábamos al Alcalde. Así, al salir en la prensa, ya se pondrían en contacto con nosotros», recordó Elías Ramos. Y vaya si se pusieron.

Los descubridores de las pinturas dijeron ayer que siempre se han sentido un tanto olvidados, un sentimiento paliado, en parte, por los actos del aniversario. «Lo cierto es que estuve años sin querer ir a la cueva, porque no quería que aquel recuerdo se me borrase y, sin duda, nunca lo olvidaré, ni yo ni mis compañeros», concluyó Amparo Izquierdo. Hoy el grupo volverá para hacer de guía de lujo en la gruta.