Mayo por aquí, mayo por allá y sale otro conejo de la chistera. Tal parecía que sólo existiera el mes de las flores y las alergias en el calendario urbanístico de Llanes, y que el equipo redactor del futuro Plan General del concejo (probitín míu) sólo hubiera trabajado en primavera. Será que la sangre altera, pensaban los amigos de la rima fácil y los que callan, luego otorgan (que haberlos, haylos a mogollón). Será que hay gato encerrado, elucubraban los de mente retorcida y los bribones del «Frente del no», con sus rabos y sus cuernos. Pues, ¡tate!, lo había. Gato, perro y ornitorrinco, si me apuran. En el mes de mayo (más allá no podía ser, porque lo habían prohibido esos jueces malandrines) el equipo redactor del («refinitivo») plan de Llanes desveló reuniones que ocurrieron en junio, en julio, en agosto, en septiembre, en octubre y hasta en noviembre. Una de tres: o toman por tonto al prójimo, o los tontos de capirote son ellos, o tienen contratada a la bruja Lola. Pues debe haberles puesto unas velas negras...