En este mundo posmoderno, gobernado por la prisa, lo inmediato y el presente de indicativo, apenas si hay tiempo para la reflexión serena y el pluscuamperfecto de subjuntivo. Es tiempo de sentencias abreviadas y veloces, de mensajes raquíticos y urgentes. El otro día, con las elecciones entre ceja y ceja, sin pensar siquiera en su significado ni en si había algo de verdad en ella, las musas me regalaron una frase: «El pueblo siempre tiene razón, hasta cuando se equivoca». Y la publiqué en Facebook, orgulloso cual padre primerizo. Al rato llegó la duda: ¿se le habría ocurrido antes a alguien «mi» frase? Busqué en Google (biblia del universo virtual) y, ¡maldita sea!, ya la había pronunciado un tal Francisco Javier Quintana Gundín, alcalde de Valdeavero (Madrid), el 25 de noviembre de 2010, durante un Pleno municipal. La secretaria recogió la frasecita en el acta, la muy doña Perfecta. Mi gozo en un pozo: mi frase no era mía. Vale, pero el puñetero alcalde perdió el domingo las elecciones. Por listo.